viernes, 9 de julio de 2010

URUGUAY ENTRE LOS CUATRO MEJORES DEL MUNDO



Diario la Nación de Argentina

Un país que no llega a los tres millones y medio de habitantes amargó a todo un continente africano, le quitó la ilusión y le robó la alegría. Otra vez, como hace 60 años en el Maracaná, unos centenares de personas celebran a costa de la decepción de millones. Ese es el sentido de la epopeya futbolística que predica Uruguay.
La gran mayoría de las 84.000 personas que ayer estuvieron en el Soccer City se volcaron a favor de Ghana, el único representante de África con posibilidades de cambiar la historia y alcanzar por primera vez las semifinales.

Después de 120 minutos y la tanda de penales, el visceral grito de "¡Vamos, Uruguay!" tapó a las ensordecedoras vuvuzelas. A los africanos no les quedaba aliento ni para suspirar, mientras todo el plantel y el cuerpo técnico uruguayo armaba una celebración bien rioplatense, de saltos y cánticos, junto a los 2000 uruguayos que estaban en la platea baja. La garra charrúa convocó a los viejos duendes, pidió que le prestaran atención como hacía mucho tiempo no ocurría. Si, en definitiva, el candombe tiene raíces africanas, y en América del Sur no hay país que lo lleve más adentro que Uruguay.

El seleccionado de Tabárez ya se sentía con buena estrella en este Mundial. Incluso antes de conseguir esta inolvidable clasificación a las semifinales después de 40 años. El equipo se iba encontrando y el espíritu crecía. Después de mucho tiempo había frenado esa sensación de pesimismo. Nunca perdió el orgullo, pero Uruguay no se ponía de acuerdo y vivía evocando hazañas y rumiando por el presente.

Desde ayer se puede decir que dio una vuelta de página. A su estilo, a su manera, con ese sentido de la épica que le viene de antaño. En el fútbol, todo puede pasar. Nada puede darse por descontado. El emocionante partido de ayer lo ratificó. Mucho de lo que ocurrió excede la crónica deportiva. Es material de cuento, de piezas literarias. Explicarlo de manera cartesiana es despojarlo de lo más sabroso, de lo insólito, de lo increíble.

Un jugador que se va expulsado se transforma en salvador, en héroe. A Uruguay le pesaban las piernas, pero le respondía el alma. El último esfuerzo en ataque lo hacía Ghana; la entrega sin claudicaciones en defensa la corporizaba Uruguay, que había visto cómo sus mejores momentos (los primeros 25 minutos, buena parte del segundo tiempo) no le alcanzaban para ir más allá del empate. Iba el minuto 120, y ambos equipos se habían vaciado, habían jugado con gran dignidad. Vino un tiro libre a favor de Ghana en forma de centro desde la derecha; en el área de Uruguay se produjo algo parecido a una revolución, con centro en una pelota ingobernable y un montón de jugadores dudosos de estar ocupando el lugar adecuado.

Uruguay tenía uno sobre la línea del arco, no enviado precisamente por el Maestro Tabárez, sino más bien por Dios. Era el centrodelantero Luis Suárez, al que el imprevisible arquero Kingson (se podía esperar de él la atajada más milagrosa como el error más burdo) le había tapado no menos de cuatro remates de gol. Con Muslera fuera de acción, deambulando en una montonera de jugadores, Suárez primero rechazó con las piernas un remate de Appiah. La pelota le cayó a Adiyiah, que definió alto, como para eliminar la oposición de Suárez, que quizá comprendió que para que Uruguay tuviera la posibilidad de seguir él debía sacrificarse. Y lo hizo: metió las manos para despejar el tiro.

Un golazo de tiro libre de Forlán (el tiro libre mejor tirado del mundial) el temperamento general para absorber la adversidad de no tener a la pareja central titular (Godín y Lugano)

Uruguay también se había quedado sin Suárez y Lugano, dos fijos para los penales. La clasificación tenía algo de milagroso. Alguna vez lo dijo el escritor Eduardo Galeano: "Uruguay tiene dos milagros: el fútbol y la literatura. ¿Cómo puede ser que un país que tiene la población de un barrio de Buenos Aires o San Pablo haya ganado dos campeonatos olímpicos y dos mundiales? Es inexplicable". Tanto como que también haya enmudecido al bullicioso continente africano.