jueves, 22 de julio de 2010

Alocución del Presidente de la República, José Mujica


Alocución del Presidente de la República, José Mujica, en el marco de la conmemoración de los 25 años de la reinstalación de la Oficina Nacional del Servicio Civil, el 15 de julio de 2010

PRESIDENTE MUJICA: ¿Qué es lo que está en juego, qué es nuestra época? ¿Cuáles son los rasgos más severos del tiempo que nos toca vivir; en qué punto se podría definir desde diversos ángulos?. Podríamos decir, un poco de licencia poética amarga, que una familia es gente que se reúne alrededor de un televisor y cuestiones por el estilo. Pero la cosa más severa de nuestro tiempo es que hay más de 500 grupos económicos en el mundo en el que vivimos, que cada uno de ellos tiene eternamente más PBI que el 80% de los Estados que hay arriba de la tierra. La riqueza se está multiplicando en forma galopante, pero no se distribuye en el mundo en forma galopante. Se concentra más y más, ¿qué pueden hacer, qué es la soberanía dentro de 25 años?.

Ustedes se imaginan que el papel de un gobierno cuando un monstruo que opera en todo el mundo se presenta y pide condiciones para instalarse, o porque no le gustan las condiciones se va, y de la noche a la mañana, te deja una tragedia, porque te has hecho interdependiente.

Y te crees que tienes poder, porque te votó la gente, que le importa a esos grupos económicos, o el bocho de la gente. ¿Y cuál es la defensa? ¿Es que todo el mundo va a trabajar con esas gigantescas compañías? No, cada vez es menos gente, la que trabaja con ellas. El grueso de la gente trabaja en una multitud de pequeñas empresas, lo que en Uruguay, llamamos, Pequeñas y Medianas Empresas, todo el Uruguay prácticamente, todo el Uruguay es un conglomerado, de pequeñas, medianas, rudimentarias empresas que viven y hacen lo que pueden. Y que son las que dan la respuesta, que los ingresos materiales que permiten que bien o mal, viva tanta gente.

¿Quién va a defender, quién va a amparar a ese mundo si tenemos un Estado que no sirve?. Quién puede, hasta cierto punto poner límite, encuadrar, tomar decisiones que amparen a ese gigantesco mundo pequeño del trabajo, que es el que multiplica los panes, por todas partes, en estos cambios, es que es un nuevo terreno de la soberanía; no interesan las conquistas territoriales, no interesan los himnos.

Hay un gigantesco poder económico suelto que no tiene frontera. El Estado nacional tiene hoy otro papel, el Estado nacional tiene -en la época de Batlle se le definía como el escudo de los pobres- su contenido por la lucha social, por la equiparación, por la equidad. Bien o mal, hizo lo que pudo el Estado y vaya que ha hecho bastante, en las idas y venidas de la historia del Uruguay. Pero hoy, sin dejar de tener esa función, tiene mucho más es el único instrumento, la única herramienta que tiene la libre iniciativa de los uruguayos para que le cree y le ampare condiciones. De aquí que, lo que estamos discutiendo, lo que estamos empezando a discutir es una filosofía distinta de la cosa pública, porque vive sólo lo que cambia, la vida es cambio. Y lo que no cambia está condenado a perecer.

Para ser justo y poder medir el porvenir -no se puede ser justo si no se mide- para medir hay que medir objetivamente, no con el olfato de un jerarca o con la simpatía, sino con parámetros objetivos que puedan ser constatables. Hacer ciencia es medir y hacer medible lo que resiste a ser medible. De ahí que una Oficina como ésta y un trabajo como éste tiene gigantescos desafíos por delante y todos estamos expuestos a este dilema; o somos capaces en los próximos 15 o 20 años de transformar al Estado Uruguayo y hacerlo una herramienta musculosa que sea el verdadero paragolpe de defensa de la nacionalidad y de nuestra soberanía en tiempos de globalización, definida la soberanía no como una cuestión de ejército o de espacio territorial, que eso ya no se disputa, sino ante el desborde multinacional de riqueza que a veces puede favorecerte y a veces puede hundirte.

Todo depende de decisiones nacionales. Y creo que estamos ante ese desafío ¿lo lograremos?. Yo declaro enfáticamente, que no es tarea sólo para un gobierno, es tarea para un tiempo histórico, porque supone un cambio en nosotros mismos y ningún cambio es más difícil que el cambio cultural. Por lo tanto no existe magia pero naturalmente que un organismo como éste tiene una enorme responsabilidad.
Apenas una definición: el funcionario público es funcionario de la nación, por encima de cualquier otra consideración, no es de tal inciso, no es de tal lugar; esto en Uruguay equivale a una revolución. Es una revolución cultural que resiste nuestra tradición, nuestra cultura: "porque yo entré a trabajar en tal lado…" no, no. Estamos expuestos a no ser comprendidos y seguramente no vamos a ser comprendidos, porque todo cambio genera angustia, genera incertidumbre pero un gobierno no puede dedicarse a adular a la gente, un gobierno no puede caer en el "seguidismo". Miren. Era gurí y subí en un ómnibus que no existe más, que se llamaba 132 y me senté, me acompañaba mi madre, subió una señora que estaba encinta avanzada y yo miraba para otro lado. Mi madre me pegó un "bife" delante de la gente que me curó para toda la vida. Era una madre antigua, no se andaba con chiquitas.
Bueno, no pienso que un gobierno tenga que ser así, pero no tiene que alcahuetear ni adular a la gente; porque el deber de un gobierno es pensar 20 años para adelante, preparar o tratar de ayudar a que la realidad se prepare para lo que inevitablemente se le viene encima. Lo lograremos o no lo lograremos, pero el mundo rico está (…) sus recursos, 70% de los muchachos de Corea del Sur van a la universidad, o tiene formación terciaria.

El poder está en la masificación del conocimiento y de la cultura en gran medida, pero una cosa y la otra son hijas del trabajo humano y yo creo que los uruguayos mil veces han demostrado que tienen una enorme capacidad, pero no tienen confianza en la capacidad que tienen, están acostumbrados a eludir a los desafíos, tal vez todos estamos acostumbrados a eso y los cambios que tenemos por delante son verdaderos desafíos, pero creo que son hermosos, porque sirven para darle contenido a nuestra existencia y a nuestra peripecia.

Los funcionarios públicos del Uruguay tienen una historia, son hijos del Uruguay el que más el que menos, tienen parientes. Mi padre, que falleció hace muchísimos años, era funcionario público. Se había enfermado de cáncer pulmonar, y yo recuerdo -estoy hablando de la década del 40- que a veces venía un médico de Salud Pública a ver si mi padre estaba con licencia, obvio, estaba peleando con la muerte y estaba en la casa o no estaba. Prefiero utilizar cosas que viví, no que leí.

Hay mucha cosa que está atrás, hay mucha cosa que hay que retomarla para proyectarla hacia el futuro, es ese concepto en que el funcionario público se sentía francamente orgulloso de servir a la nación, era una categoría de ciudadano que se sentía francamente orgulloso por tener el privilegio de servir a la nación.

Ahora, vamos a hacer todo lo posible porque ese tiempo retome, con nuevos métodos con nuevas herramientas, esa cultura y los trabajadores del Estado sean la verdadera vanguardia que ampare este país. Gracias.