viernes, 9 de octubre de 2009

Murió Juan Carlos Mareco, símbolo de la época dorada de la TV



Actor, conductor, comediante e imitador. Pinocho, así le decían, fue la voz del Topo Gigio. Tenía 83 años y vivía en un geriátrico.

Mareco textual. ”Siento que mi misión en la vida es hacer reír”. (Télam)

viernes, 09 de octubre de 2009

Mareco, a secas, era un estilo. Juan Carlos Mareco era lo que se veía. No había pliegues ni misterios, ni en su modo ni en su tono. Lo suyo era la simplicidad, la amabilidad en las formas y las frases hechas. Y tenía una de cabecera, casi un manual de estilo: "Si los malos supieran qué buen negocio es ser bueno, serían buenos hasta por negocio".

Y apenas la decía, como si tuviera un guión memorizado, cerraba con una pregunta: "¿Sabés qué respondía yo cuando de pibe me decían qué querés ser cuando seas grande? Querido, contestaba yo". Deseo cumplido, seguramente, para el hombre que murió ayer a la tarde a los 83 años. Sus familiares prefirieron preservar las causas de su muerte.

Alejado de los medios, en las últimas entrevistas que había dado confesaba su añoranza por el micrófono y las cámaras: "Yo hablo para el que me escucha, no hablo por vanidad... por eso me cuesta no tener un oyente, un espectador del otro lado, una oreja para oír incondicionalmente mis tonteras", había dicho hace tres años.

Nacido en Carmelo, Uruguay, el 20 de enero de 1936, tenía más de 50 años de carrera, repartida entre la locución, la actuación, la música y el humor. Un encuentro con Mareco siempre incluía un chiste, del que él casi nunca se reía: "Yo siento que mi misión en la vida es hacer reír. Y si es con algo sencillo, con una humorada de salón, mucho mejor. A propósito, ayer le puse el termómetro a mi hijo, miré y marcaba 47... Carísimo costaba".

Cuidadoso del lenguaje, decía que se sacaban chispas con Antonio Carrizo para "defender la lengua y el buen decir".

Si bien de chico jugaba en su casa a "parecerme a los actores conocidos", aseguraba que de adolescente nunca se le había cruzado la idea de trabajar en los medios. Terminado el secundario, decidió estudiar Abogacía -por buen alumno, consiguió una beca del Estado-, por lo cual se fue a vivir solo a una pensión en Montevideo.

Sus imitaciones en las clases lo convirtieron en un personaje de la facultad. Y en 1948, el grupo de la Troupe Ateniense Estudiantil lo convocó para sumarse a sus shows. Su primera imitación oficial, "con público que había pagado la entrada y todo", fue la del mejicano Cantinflas.

De ahí en más, su camino como comediante le abriría más puertas de las que a su padre le hubiera gustado. Y frente a la resistencia familiar y sus ganas de seguir transitando el espectáculo, aceptó el consejo de su compatriota Wimpi, quien le sugirió que se buscara un apodo: "Él decía que ponerme uno de animalito ya estaba trillado, por el Zorro. Y entonces elegimos el de Pinocho, cuerpo de madera, alma blanda como de una calandria".

Pinocho comenzó a hacerse conocido en Radio Carve de Montevideo, pero su popularidad como actor y locutor llegó cuando desembarcó en la Argentina, país del que tenía la segunda nacionalidad.

Padre de cuatro hijos y abuelo de siete nietos, en 1954 condujo Gran hotel Panamá, por el viejo Canal 7, en el que comenzó a moldear su estilo de "charlista", como le gustaba que los definieran sus colegas.

Entre su galería de títulos memorables de radio y TV se destacan Casino Philips, El show de Pinocho, Cordialmente y Pinocheando. Sin embargo, fueron sus inolvidables diálogos con el Topo Gigio en la pantalla chica los que parecen haber quedado grabados a fuego en la memoria de sus seguidores. Ayer, esas imágenes con el besito de las buenas noches se repitieron en los homenajes que la TV de la Argentina y de Uruguay le rindieron.

Otro de sus sellos, esta vez asociado a su rol de comediante, fue la frase "Azul quedó", la muletilla que repetía su personaje de funebrero cada vez que se refería al muerto. Frase que pertenecía a un tema de Wimpi que él cantaba, y que años más tarde versionó el cuartetero cordobés Carlos "La Mona" Jiménez.

Su carrera musical incluyó varias presentaciones con la Jazz Casino Orquesta, dirigida por Tito Alberti, y llegó a grabar dos discos. También escribió un libro de poesía, Y tengo una ilusión, publicado en 1987. También actuó en once películas, como El Patio de la morocha y La cigarra está que arde.

Entre 1962 y 1965 se radicó en España donde condujo un programa de entrevistas en TVE. A principios de los 70 también trabajó en Israel, junto a una de sus ex mujeres, la actriz Mariquita Gallegos.

"Peronista de pura cepa", como se definía, en 1974 fue designado interventor de Canal 9, puesto en el que estuvo tres meses. Después estuvo prohibido durante la dictadura militar. Además de haber recibido ocho Martín Fierro, en 1972 ganó el premio Ondas de España y en 1979 le entregaron la Palma de Hollywood en Los Angeles.

"Entre el premio y el amor, me quedo con el amor, siempre", elegía el tipo que pudo cumplir su propio sueño de pibe.

Sus restos fueron llevados a una sala velatoria del barrio porteño de Núñez, y desde allí serán trasladados hoy a las 13 a un cementerio parque Jardín de Pilar.