viernes, 18 de junio de 2010
Forlán el único capaz de silenciar las vuvuzelas
HABLAN MARAVILLAS DE LA ESTRELLA CELESTE
En el cenit de su carrera, Diego Forlán ansía el aplauso unánime de sus compatriotas y lo está logrando cumpliendo un gran Mundial.
Pablo, su padre, hizo pública la renuncia porque no aparecía como titular asiduo en las alineaciones. Era el año 2004 y ya jugaba en el Villarreal, tras su paso gris por el Manchester United. Sin su aportación, la 'Celeste' se quedó fuera del Mundial de Alemania. Un golpe muy duro para un país de campeones, donde el fútbol es una religión.
Forlán había disputado el Mundial de Corea y Japón pero los recuerdos son negativos. Marcó el gol del empate (3-3) ante Senegal, pero los charrúas cayeron en la primera fase. Víctor Púa, el director técnico, tardó en incluirle en el equipo porque, según las malas lenguas, su representante no era Paco Casal, un influyente empresario uruguayo.
Se ha cuidado al máximo toda la temporada para poder brillar en Sudáfrica. Ante Francia no apareció mucho pero frente a los anfitriones ofreció una exhibición de poderío y liderazgo. Se echó al equipo al hombro de principio a fin.
Marcó dos goles y puso el centro del tercero. Jugó en todas las posiciones menos de portero. Fue un 'todocampista', una versión moderna, y muy menor, obvio resulta decirlo, del incomparable Di Stéfano.
Sacó el balón desde atrás, lo trasladó, movió al equipo en el centro del campo, disparó, marcó, lanzó todas las faltas y saques se esquina.... Es el sustento en el que se apoya Óscar Washington Tabárez. Con el 'Menotti uruguayo' tiene mejor relación que con sus antecesores. Le dio permiso personal para disputar la final de la Copa del Rey perdida por el Atlético ante el Sevilla cuando la federación uruguaya lo reclamaba.
Con Forlán hay blancos o negros, no grises. Acabó el curso como héroe del Atlético pero lo comenzó casi como un traidor. Los rojiblancos le acusaban de haber negociado en verano con el Real Madrid.
Estuvo a punto de irse pero la operación no se fraguó. Venía de ser 'Bota de Oro' y en la primera vuelta de este curso anduvo desorientado. La grada le acusó de dosificarse, de reservarse para el Mundial, de querer vengar incluso su no traspaso al eterno rival.
Reaccionó de mala forma en el choque liguero ante el Athletic, del 26 de marzo. Marcó dos goles y le entró la vena maradoniana al irse a la grada. ¡Chupármela!, espetó. Pero rió el último.
Llegó la gloria con sus goles salvadores al Liverpool y al Fulham que valieron la Liga Europa, el segundo título e la historia del Atlético. Con el Mundial en el horizonte, la estrella ya lucía.