martes, 19 de octubre de 2010

desde la cordillera a Copiapó / Columna de Carlos Páez hijo

El pasado 13 de Octubre, a 38 años de nuestro accidente en la Cordillera de Los Andes, los 33 mineros chilenos fueron rescatados sanos y salvos. Periodistas y medios de todas partes del mundo me contactaron, no para comparar las historias que dicho sea de paso poco y nada tienen en común, sino para hablar de lo difícil que puede ser dejar el anonimato y enfrentar la fama repentina y no buscada.

Más allá de lo que les depare el futuro, es importante aclarar y debo decirlo, que lo que les pasó a los mineros fue una “desgracia con suerte” y es que no considero que los mineros hayan vivido un milagro, de la misma forma en que considero que nuestra historia de los Andes tampoco lo fue.

Quizás lo más complicado para los mineros fueron los primeros 17 días de incertidumbres y miedos, porque después de que los encontraron tuvieron apoyo psicológico, agua, comida, medicamentos y fundamentalmente contacto directo con sus familiares.

A esto se le agrega que para suerte de la humanidad, no tuvimos que lamentar muertos ni heridos.

Pensándolo bien, quizás lo más complicado para estos 33 héroes recientes esté por venir…

La exposición será evidentemente mayor a la que vivimos nosotros porque la cantidad de medios hoy es muchísimo mayor, cubrieron el hecho 1200 periodistas en Copiapó.

Los mineros se enfrentaron y se enfrentarán en los próximos días a una exposición pública de brutal dimensión, y es que en definitiva se crearon expectativas a largo plazo. Fue un milagro con horarios y con asesor de imagen y prensa; los mineros parecían hasta ordenados para salir del pozo, moverse y saludar.

Fueron preparados para enfrentar la prensa y para hablar en público, ellos sabían que el mundo entero estaba pendiente de ellos y esperándolos… sabían lo que vendría. Cuando nosotros fuimos rescatados, a pesar de que no nos esperaban porque hacía dos meses que nos daban por muertos, también estaban todos los medios de la época y totalizaban alrededor de 60 o 70 periodistas, un número que parece insignificante frente a los 1.200 de Copiapó pero lo que vivimos por ese entonces significó una exposición enorme, y dada nuestra corta edad, las cosas se complicaron aún más.

A pesar de la poca experiencia que teníamos y la falta de asesoría, en todo momento nos mantuvimos unidos y ello explica la coherencia aún vigente luego de 38 años.

Volviendo lo que tendrán que enfrentar estos 33 mineros, creo que lo más importante es que conserven la unidad para encarar el futuro. Si cada uno de ellos se separa del resto del grupo y emprende el camino por su lado, enfrentarán las consecuencias de ello. Algunos de los sobrevivientes de la tragedia de los Andes ya los asesoraron para que mantengan al grupo cohesionado. Acá hay una historia y seguro la misma tendrá sus repercusiones, habrá que esperar y ver… Lo más positivo de este caso parece ser que por primera vez prensa del mundo se alineó detrás de una historia por la vida.
Fue una de las pocas veces en que todos se alinearon tras una buena noticia.

Generalmente, es la muerte la que convoca este tipo de atención. Acá toda la sociedad y los medios de comunicación se alinearon en una historia en la que no hubo ni un sólo herido.

El mundo entero puso a disposición de Chile sus especialistas y tecnología y es que Chile es un país de decisión: cuando tuvieron que atravesar la frontera argentina con sus helicópteros para rescatarnos, el gran Coronel Enrique Morel Donoso lo hizo sin medir las consecuencias de cualquier índole.

No hay un manual para manejar la fama repentina o la reinserción a la sociedad, el mensaje que puedo dar es lo que yo aprendí de mi propia experiencia: y es que el único camino para manejar la reinserción a la sociedad y el manejo con la exposición pública es el de la humildad, herramienta indispensable, que hizo que nuestra historia sea aún hoy más fuerte que antes.

Hoy, lo puedo decir con real conocimiento de causa y en definitiva es lo que quiero transmitir.

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Carlos Paez Vilarò (hijo) sobreviviente de "La Tragedia de Los Andes"