martes, 10 de enero de 2012

El farolito de la calle en que nací

BRECHA 05/01/2012

SOCIEDAD  Pág. 11

Uruguayos que retornan
Escrito por: Salvador Neves
Un "milagro" demográfico está ocurriendo desde fines de 2009: retornan más compatriotas de los que se van. Y aunque nada es tan idílico como parece, esta nota habla de regresos y reencuentros, de adioses y bienvenidas, de esperanzas y sus límites, pero también de rescatar y desmitificar la dulzura de la vuelta a este pago hijo de emigrantes.

El macaneo cotidiano a veces impide apreciar los aciertos estratégicos. No había ni resultados preliminares del censo cuando el 22 de noviembre pasado, cerrando el Foro de Innovación de las Américas, el presidente José Mujica anunció que, "por el tipo de noticia que tenemos", la pesquisa comprobaría un descenso de la población, "y eso –acotó- que muchos orientales han tenido la piedad o la necesidad interior de volver."

El optimismo demográfico ha sido una actitud constante en nuestro país. En 1907 se estimaba que éramos 100 mil más de los que realmente éramos, como demostraría el censo del año siguiente. Tardaríamos más de medio siglo en atrevernos a repetir la experiencia. Pero cuando obtener los dólares de la Alianza para el Progreso parecía depender de tener un buen plan de desarrollo, los censistas volvieron a golpear la puerta comprobando que esta vez (1963) éramos 200 mil menos de los que se pronosticaba.


El ex presidente Luis Caviglia lo confesaba: "Lo que parece repugnar más a nuestros hombres de gobierno es el levantamiento de un censo de población". Y luego, los datos más palmarios, serían negados.


El millón de uruguayos que contó el censo de 1908 era, según el director general de Estadística, Ramón López Lomba, "la cantidad que, como dato oficial, debe figurar en las publicaciones". Pero "por un conjunto de elementos de comprobación sobre consumos y otras manifestaciones" el técnico se atrevía a asegurar que éramos 1.001.000.


"Asistiremos al retorno de un gran número de compatriotas", profetizaba Alejandro Végh Villegas a mediados de los setenta a pesar de que ya se habían ido 200 mil uruguayos y se irían 180 mil más antes de que terminara la dictadura de la que era ministro de Economía.


Extrañamente algo similar sucedió cuando a fines de 2009 Danilo Astori, saliente entonces de la cartera de Economía y candidato a la vicepresidencia de la República, informaba exultante que por primera vez desde 1963 estaban llegando más uruguayos de los que se iban. Puede que los números todavía fueran muy tímidos, pero es raro que la fuerza política del "hermano no te vayas; ha nacido una esperanza" no hiciera un uso más intenso de aquel dato.


Quizá los números aún eran débiles. Regresaban 120 por mes y durante el año pasado volvieron por lo menos 350. Más de cuatro mil orientales se repatriaron en el año recién terminado y deben ser bastantes más, pues sólo hay registro de los que al volver tomaron contacto con la Oficina de Retorno y Bienvenida (orb) del Ministerio de Relaciones Exteriores.


Todos los días la orb atiende personalmente a 20 consultantes mientras, por vía telefónica o electrónica, evacua tres consultas por hora. "Es un volumen imponente, (...) nos desborda", declaró Ana María Sosa, directora de esa oficina. Y también ha dicho: "A nosotros nos compete recoger información (...), asesorar a la persona que nos contacta (...) pero no podemos resolverle problemas básicos."


"Esto lleva un proceso, que además del Estado abarca a la sociedad", sostuvo a su vez Gerardo Pérez, director del Departamento de Vinculación del que depende aquella oficina.


SHANGAI, MÉXICO, BEGUR. ¿Cómo está recibiendo nuestra sociedad a los retornados?
María Fernanda llegó de China hace mes y medio después de once años de estar fuera del país y sólo puede decir lo bien que la recibió su familia pues casi no pisó Montevideo, porque enseguida consiguió trabajo en José Ignacio.

"Para contestar por qué volví te tengo que aclarar por qué me fui. Yo me fui en el 2000, ¿vale? Me fui antes de la racha; no por necesidad. Antes de irme estaba relativamente bien. Quería conocer." Su primer destino fue España, donde estuvo hasta 2009, "justo cuando estaba empezando la crisis". Después de viajar por Asia, su pareja, que es arquitecto, consiguió trabajo en Shangai y allí se quedaron año y medio más.


Cosas del destino, el 13 de octubre del año pasado la alcanzó allí la fama, mientras paseaba por las orillas del Lago Oeste de Hangzou. Estaba muy frío y en una curva vio a unas diez personas mirando hacia el lago, filmando y sacando fotos a una mujer que, vestida y llevando su cartera, caminaba serenamente agua adentro. Llegó un guardia de seguridad y decía algo por su intercomunicador, pero tampoco hacía nada.


"A todo esto la mujer ya tenía el agua por el pecho." Un periodista argentino hablaría después de "garra charrúa". María Fernanda dice "adrenalina". Se quitó la ropa y se zambulló en el lago frío. Cuando llegó hasta la mujer sólo veía su pelo mostrando que seguía avanzando tranquila hacía el fondo. La uruguaya no tenía ninguna experiencia en la cosa, pero logró salvarla.

El guardia nunca llegó a mojarse y al llegar a la orilla María Fernanda empezó a gritar en inglés a las siete u ocho personas que no hacían más que tomar fotografías. Era algo como: "¿Qué hacen? Ella morirá y ustedes sólo piensan en sacar fotos. Por favor váyanse. Esto no es un show".

La actitud de María Fernanda era el contraejemplo y como el Shangai Daily informó que "la rescatista es una americana de unos 30 años" pensaron que era yanqui. Finalmente la ubicaron. Hubo un premio y entrevistas para la prensa china, donde debió hacer uso de delicadezas orientales para poder expresar lo que pensaba de la sociedad en la que estaba viviendo.

María Fernanda ya está acá "un poco por la edad; pasé once años trabajando y viajando y quería experimentar estar más con la familia y los amigos". Y puede contarnos con todas las letras que la idiosincrasia de aquella ciudad no le gustó: "Son 20 millones de habitantes y hay mucho dinero, todo es por el dinero; son muy individualistas. Protegen mucho a su familia y amigos pero no hacen nada fuera de ese círculo. El amiguismo existe y la corrupción es alucinante pero dentro de circuitos cerrados. Es difícil trabajar con ellos. No toman decisiones. Los niños estudian muchísimo pero no aprenden a tomar resoluciones. Todo funciona por órdenes. Tienen en la cabeza una estructura y no podés moverlos de ella".

Y algunas otras cosas más: "Ya sabés como es afuera, te valés por vos mismo, no le debés explicaciones a nadie. Es mucho más libre la vida allá. Volver a una sociedad que es chiquita, cuestionadora, donde sentís que te están mirando y hay un poco de chusmerío me va a costar más. Estos once años fui muy libre y es un proceso a tomar con pinzas porque me vine de un extremo al otro".

Jorge llegó del df –México- en 2009, donde estaba desde noviembre de 2000. Hoy "extraña bastante" a su patria adoptiva. Extraña "la alegría, aun en los indígenas, que se cagan de hambre, que son discriminados y han sido pisoteados".

"Mi vieja es tana", cuenta, y dice que su historia, como la de tantos, es la de aquel duro viaje en barco, la del trabajo tesonero, la austeridad rigurosa ("eso de: cuando yo era chico no tenía zapatos", grafica) y el sentimiento de que estamos aquí para sufrir.

Extraña el clima. "Me había olvidado del invierno", confiesa. Ahora cada tanto le toca el bronco espasmo y su hijo Mateo, que nació allá, necesita un "disparo" preventivo a la mañana y otro a la noche para no correr la misma suerte.

Extraña el trato hacia los niños de las maestras en particular y de la sociedad en general, que le pareció más cariñoso que el nuestro. Ensaya explicar que esto sucede porque los mexicanos son más "infantiles" (aunque el término no lo satisface enteramente). "Lo ves hasta en el humor", dice. Según Jorge en todos los niveles sociales "se la pasan de albureo", "deporte nacional" consistente en jugar al doble sentido.


Extraña el precio de las cosas. En el df pagaba de agua algo así como un dólar cada dos meses. "Estoy viviendo probablemente el mejor momento económico de la historia del Uruguay pero no puedo entenderlo. Acá todo es carísimo y todo está de paro (allá sólo había manifestaciones pasada la época de las lluvias)."

Pero hay cosas que no extraña. "No sabés el cagazo que pasé cuando nació Mateo", narra Jorge. "Allá, en las maternidades, cuando traen al niño desde el cunero hasta el cuarto donde está su madre, lo hacen con guardia policial. Si decidís conservar a tu hijo en el cuarto te hacen firmar una declaración que los exime de responsabilidad ante un eventual robo del bebé."

Después de Mateo, su esposa quedó embarazada de Chiara, y ciertos riesgos que antes de ser padres no les habían inquietado tanto, como la amenaza continua de los terremotos, los estimularon a considerar de otra manera su residencia en México. Sobre todo pasaban los años, su familia uruguaya iba envejeciendo y sus propios hijos crecían. En poco tiempo tendrían amigos y el df sería su mundo.

Les iba muy bien económicamente hablando. Se habían ido porque Jorge recibió una oferta económica muy atractiva de una agencia de publicidad. También hicieron buenos amigos. "Pero nunca me sentiría tan tranquilo como cuando Mateo va a pasar el fin de semana a casa de mi hermano. Si nos quedábamos allá los gurises vivirían sin sus familiares."

A veces Jorge se siente "más allá que acá". Pero por lo pronto su balance es que su familia ha ganado en "calidad de vida". A Mateo le gustaba más su escuela mexicana. En ésta todavía se pasan molestándolo, "quizá por su tonito", observa el padre.

Antonella tiene 7 años, es española y llegó en diciembre, así que todavía no tiene experiencia escolar en Uruguay. Pati, su mamá, decidió regresar, pero no porque se hubiese quedado sin trabajo. Trabajaba en un restaurante de un pequeño pueblo de la Costa Brava catalana. Estaba ganando 1.600 euros al mes a los que en temporada había que sumar 2 mil más de propinas.

Hace 11 años Pati terminó en Barcelona a consecuencia de un romance virtual sostenido durante un año entero. La cosa no salió bien pero decidió recorrer la costa y descubrió Begur. "Me quedé enamorada del lugar", dice.

Hubo algunos malos tragos. En la baja temporada escaseaba el trabajo y un invierno fue a buscarlo a la montaña. El turismo pirenaico tiene establecimientos tremendamente exigentes y la despidieron de aquel en el que había sido contratada porque tuvo la mala suerte de derramar salsa sobre una gabardina. Fueron duros los días que pasó en aquel frío hasta que consiguió un nuevo trabajo.


Pero ahora en términos laborales la cosa rodaba bien. Pati tiene papeles y advierte que ahora allá está tremendamente difícil, especialmente para quienes no los tienen. "Igual en un pueblo como el mío eso era más difícil que ocurriese. Todo el mundo se conoce; es buena gente y no te denuncian salvo que robes o estés vendiendo algo", observa, y lo que ella desmiente es la condición mítica de la mala fama de los catalanes: "Son tipos muy currantes, muy laburantes y son solidarios".


Cuando supieron que se venía, sus vecinos no lo entendían. "Si eres una más", le decían. Pero ella sentía que en realidad "nunca llegás a serlo". Pero no volvió por eso. Se había separado del padre de Antonella, también uruguayo, por motivos que le hacían penosísima la permanencia en el mismo pequeño pueblo donde su ex tenía otra relación.

La opción era intentarlo en otro lugar de España o volver. A cargo de Antonella la cosa era más complicada que otras veces. ¿Quién cuidaría de la niña cuando ella tuviera que ir a trabajar? Ante la computadora comprobaba que por acá las cosas marchaban un poco mejor.

Además extrañaba "todo, la familia, los amigos, el olorcito a jazmín en noviembre, el Carnaval, el candombe". Con el tiempo "te acostumbrás a todo," pero la vuelta le ha hecho recordar cómo le gustaban los uruguayos en cosas que antes de irse no percibía: "resolidarios, repachorros. Allá son hospitalarios pero más sosos, menos demostrativos".

El antropólogo brasileño Alejandro Grimson dice que uno de los 12 equívocos corrientes sobre migraciones es considerar que "la gente se mueve con su cultura". Es cierto, acepta, que la lengua primera es un hecho decisivo, pero afirma que "como la cultura no se porta en la sangre" y "está vinculada a contextos sociales específicos", debe redefinirse cuando éstos cambian.*

En eso está de acuerdo Mirtha Villa, la periodista que condujo Departamento 20 en Radio Uruguay, luego Ir y volver en Tevé Ciudad e integra la Red de Apoyo al Migrante: es en el exilio que se elabora con nostalgias a veces inesperadas una nueva "uruguayidad" que es otro aporte de los retornantes a la cultura original.

Pati evidentemente se siente cómoda en ésta. Además nos encuentra de mejor ánimo.

Está asustada del precio de la vivienda, satisfecha por lo rápido que pudo resolver el papelerío del regreso con la asistencia de la orb, pero todavía no encuentra trabajo.

Antonella está descubriendo un mundo muy distinto y no está nada conforme comprobando que en la ciudad a la que se mudó hay gente que vive miserablemente recogiendo basura. "Ella estaba feliz, aquello era un pueblito y podía andar por cualquier parte sin que hubiera peligro de nada, pero aquello era como vivir en una burbuja", considera, sin embargo, su mamá.



¿BUENOS ANFITRIONES?

Pero buena parte de los que regresan vienen en situaciones ciertamente más difíciles que las que aquí se narran. Mirtha Villa en base a su experiencia sostiene que además de quienes como Jorge o María Fernanda parecen llegar con elementos suficientes, hay un segundo grupo que responde a un discurso de la bonanza que puede no estar siendo lo suficientemente claro. La periodista, aunque precisa que ni Vázquez ni Mujica se han salido del mensaje de que el país no está en condiciones de garantizar un buen regreso, recuerda al director de Inefop asegurando ante el micrófono de El Espectador que habría trabajo para los que se decidieran a volver.

Finalmente, un tercer grupo se constituiría con los que vienen deportados y aquellos que se fueron durante la crisis de 2002 y ahora los agarró la crisis allá y se están viniendo como pueden.

Pero el segundo grupo también ha tenido problemas. "Muchos no se han sentido para nada bien recibidos. Y si volvés a tu país y te sentís así, ¿adónde te vas?", pregunta. Este grupo tiene problemas de inserción laboral, pero también cultural o afectiva: "Sus nenas que allá eran las uruguayas ahora son las galleguitas y ¡Mirá qué ropa traen!..." .

Últimamente también hay algún grupo que ha elaborado colectiva y cuidadosamente su regreso y aunque todavía no hay políticas de Estado para atender la vuelta, Villa sostiene que el hecho de que durante esta administración la orb esté a cargo de personas específicamente interesadas en la materia, y no de funcionarios de carrera que pasan por ella mientras esperan un nuevo destino, hace que los regresados tengan por lo menos un sitio donde se responden adecuadamente sus inquietudes.

Sin embargo, como señaló Gerardo Pérez, también se trata de ver cómo responde la sociedad. ¿Será como una que no sólo sea capaz de cantar la letra entera de "Los olímpicos" sino de entender su sentido? ¿O se encontrarán con aquella que se sentía autorizada a reprochar, como lo hacía el 9 de febrero de 1970 un editorial el El País, que les "faltó fe en el país"? ¿Cómo leer el rechazo a la iniciativa de conceder el voto a los uruguayos residentes en el exterior?

Villa asegura que el prejuicio contra quienes emigraron vive y colea, por eso insiste en lo que hacen los de afuera (como la ONG Gurí, de uruguayos residentes en Australia que año a año recorre escuelas rurales uruguayas solucionando muchas de las insuficiencias materiales que padecen), subraya el enriquecimiento que los retornos suponen para nuestra sociedad y pregunta si efectivamente "tendremos un lugar para todos en el álbum familiar".

Hace treinta años, en Uruguay: país de emigración (Montevideo, ebo, 1982), el sociólogo recientemente fallecido César Aguiar sostenía que "la matriz de la estructura social consolidada a fines del siglo xix impone al país una necesidad permanente de reducción relativa de su volumen poblacional". Es muy probable que quienes se aventuran a volver sean una fuerza especialmente interesada en que de una vez transformemos esa matriz.