Por Juan José Pereyra - Periodista juanjosepereyra@gmail.com
Hace unos días intentaba explicar a un amigo argentino cosas que él no podía entender sobre nuestro país. Por ejemplo, cómo podía ser que el líder de uno de los partidos tradicionales, cuyo padre dio un golpe de Estado y fue procesado y está en prisión por ese y otros delitos, visitara, a pocos días de la elección nacional, a un presidente que fue guerrillero y cuya fuerza política, el Frente Amplio, viabilizó que actuara la Justicia que finalmente condenó a su padre. Y que la reunión fuera para felicitarlo por haber sido electo y para intentar buscar caminos juntos por el bien del país.
Tampoco podía entender que dirigentes de la oposición integren la comitiva oficial cuando el Presidente viaja al exterior cuando asume un mandatario o a algún evento internacional. O que los principales líderes políticos opositores sean convocados cada tanto por el Presidente para, en un ámbito distendido, hablar de los grandes problemas del país y negociar temas fundamentales.
Le expliqué sobre la profunda tradición democrática y republicana de Uruguay, de su historia de país tolerante, de la confiabilidad de su sistema electoral que ni siquiera la dictadura pudo desconocer, del hecho de que sus dos partidos históricos, el Nacional y el Colorado sean los más "viejos" del mundo...
El 22 de diciembre el dirigente blanco Juan Raúl Ferreira publicó un artículo en LA REPUBLICA que me hizo recordar uno de esos momentos en que nuestro país perdió esos valores de respeto, madurez política y tolerancia. Y así nos fue...
En la lucha contra la dictadura tres hombres conformaron una alianza política que se transformó también en profunda amistad. Me refiero a José Germán Araújo, director de CX 30, el profesor Manuel Flores Silva y Juan Raúl Ferreira. La democracia los llevó a ocupar cada uno una banca en el Senado. La realidad política los separó de una manera brutal, como también separó a la propia sociedad. El Senado aprobó la llamada Ley de Caducidad que impidió que la Justicia actuara en las violaciones de los derechos humanos ocurridas durante la dictadura. Toda la sociedad participó de un debate duro, violento. En una sesión de la Cámara alta, Araújo llamó "cuzquitos" a sus ex aliados. Flores Silva le respondió con los más gruesos epítetos... los que fueron borrados de la versión oficial.
El Senado aprobó la ley y días después resolvió, en forma sumaria, expulsar al senador Germán Araújo por considerarlo "indigno" de ejercer el cargo. Unos días antes, en su clásica audición, Araújo, en forma extremadamente apasionada se había referido a varios legisladores que votaron la ley como cómplices de los torturadores y violadores. En esas palabras se basaron quienes lo echaron del Parlamento donde lo había puesto el voto de la gente, la que volvió a llevarlo en la próxima elección.
En ámbitos políticos y periodísticos siempre se consideró que Flores Silva y Ferreira Sienra tuvieron una influencia muy importante en esta decisión del Senado. En el artículo titulado JOSE GERMAN, Juan Raúl Ferreira escribió el pasado 22 de diciembre:
"Hay uruguayos que nunca hemos estado en las mismas trincheras. Hay otros con los cuales la vida nos ha llevado a encontrarnos y desencontrarnos fruto de las vicisitudes de la vida, personal y política. Ya con algunos años de experiencia encima, tengo la sensación de que cuando lo que se ha compartido es la lucha por una causa justa, la vida casi siempre da la oportunidad del reencuentro.
Y a veces no la da. Yo no tengo duda que si José Germán Araújo hubiera vivido hubiera habido un momento para el reencuentro. Creo que no se trata de ver quién tiró más de la piolita...que poco importa saberlo. El tenía un carácter difícil. Y yo...Dios me perdone. Pero lo que nos unió fue muy fuerte. No puedo hablar por él. Pero por mí, tengo necesidad de hacerlo.
Hubo un Uruguay en el que habló por todos los que no podíamos hablar. Este año se cumplieron 30 años de la fundación de la Convergencia Democrática. Antes de declarar en un reciente caso de investigación judicial sobre la suerte de un desaparecido (Julio Castro), revisando papeles, no podía creer las cosas que la prensa obsecuente con la dictadura dijo de nosotros. El fue nuestra voz y en Uruguay se sabía de nuestra lucha por su micrófono y su radio.
Hace treinta años del plebiscito... No se puede recordarlo borrando de la historia la figura de Araújo. Hace 34 años que nos juntamos con él, Diego Achard y mi padre, Wilson, en Bogotá. Cenamos juntos. Sólo yo quedo vivo de aquella velada llena de esperanza y compromisos. Nos acompañó en el barco en nuestro regreso a Uruguay el 16 de junio del 84.
Ya no tengo la chance de darle un abrazo y superar nuestras diferencias. Pero sí tengo la oportunidad de cumplir con mi necesidad y deber de decir lo que siento".
Estas palabras de Juan Raúl Ferreira hablan muy bien de él. También de la democracia uruguaya, la convivencia y la tolerancia. Aunque pueda parecer que llegan tarde, vienen a confirmar esa esencia que hace que Uruguay sea lo que es.
Quien esto escribe no es ingenuo. Vivimos en un país con muchos, demasiados problemas sin resolver, demasiadas heridas aún abiertas, empezando por el reclamo de verdad y justicia de los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado y de una enorme cantidad de compatriotas. Hay demasiados uruguayos cuyas necesidades mínimas siguen insatisfechas. Hay mucha gente que, con razón, siente que sigue siendo postergada, que las promesas fueron olvidadas o traicionadas.
Si todos, empezando por los ciudadanos de a pie, si los que están unidos en sindicatos, si los que están organizados socialmente y si la dirigencia política, mantienen esos esenciales e históricos valores de tolerancia, respeto al otro aunque piense diferente, si se mantiene un espíritu de diálogo y negociación, valdrá la pena quedarse acá y confiar en que la lucha nos traerá un futuro mejor. Y las nuevas generaciones podrán mirar un espejo que les muestre lo mejor de la condición del país en que nacieron.
-Juan Raúl Ferreira participó incluso con su imagen, en la campaña por la anulación de la llamada Ley de Caducidad en el plebiscito de 2009. Ningún otro dirigente de primer nivel de ningún partido político lo hizo.