domingo, 9 de enero de 2011

Laetitia D`Arenberg: "Me liberé en Uruguay"

Hiperactiva y frontal, esta integrante de la nobleza europea ya es un sinónimo de Punta del Este. Fue ahí donde, ya con 45 años, pudo soltarse de sus ataduras. Empresaria, madre, ex alcohólica, ciudadana; varias facetas en una.


MAGDALENA HERRERA

Hay mucha gente en Lapataia: niños jugando en el rincón infantil o en las pelotas de agua, en el paint ball o recorriendo en cuatriciclo; algunos adultos prueban una cabalgata o viaje en carreta por todo el lugar; otros eligen la sombra del restaurante para probar los ya famosos panqueques. Ella llega, se baja del auto comiendo una manzana e inmediatamente los visitantes la rodean. "No pensábamos que la veríamos, no sabe cómo la admiramos", le dice una señora. Otra, de mucha más edad, le agarra la mano y se emociona de poder conversar con ella. Laetitia Princesa D`Arenberg (69 años) tiene palabras de agradecimiento para todos y enseguida les dice a las mujeres: "Deben cuidarse mucho del sol". No tiene problema de sacarse los zapatos y subirse a caballo o al cuatriciclo para fotografiarse, pese a que ya está vestida de pantalón blanco y sombrero para irse a la exposición de caballos árabes. Hay que llamarla, porque una vez arriba del equino, igual se va a recorrer el lugar. También, conduce un cuatriciclo con un niño detrás, y parece disfrutarlo tanto como su pequeño copiloto. "Me encanta Lapataia, es como una ventanita de Las Rosas", confiesa Laetitia, comparando el establecimiento puntaesteño con la estancia que adquirió hace más de 30 años y que se convirtió en su gran remanso.

Esta mujer, que se codea con la realeza europea por sus títulos nobiliarios, decidió hace ya muchos años echar raíces en Uruguay. "Me enamoré de este país", cuenta en la entrevista, aunque también afirma que es momento que éste pegue el salto "o se queda para siempre"; dice que no pensó en irse cuando ganó el Frente Amplio, sólo lo hubiera hecho si el poder estuviera en manos de extremistas, tanto de derecha como de izquierda. Sin pelos en la lengua habla de sus diez años de alcoholismo, y de esa adicción en los jóvenes de hoy; de cómo salió adelante luego de la muerte de su hermano y el accidente de su hijo Guntram en un mismo verano, hace dos años; de sus relaciones familiares que la encorsetaron hasta los 45 años, edad en la que recién se sintió en libertad. Cree que el presidente José Mujica tiene el poder para hacer grandes cosas, pero que la burocracia está ahorcando al gobierno. "Acá son todas cenicientas, no hay zapatos que les queden bien. Hay pequeños grupos de gente que no piensan en el país en su conjunto. ¿Qué hacemos si a Montevideo le va bien pero todo al norte del río Negro está mal? Nada. Hay que pensar en todos".

Es difícil lograr sacarla del grupo de gente que la rodea para comenzar la entrevista. Ella ensaya algunas respuestas para tanta calidez: "Creo que es porque nunca mentí, y cuando se me necesita estoy. A veces se tiene una visión errónea del extranjero. Se piensa en aquel golondrina, depredador, que viene para hacerse un dinero y se va. No fue ni es el caso de mi familia, desde mis padres, mi hermano y yo. Siempre fuimos muy solidarios. A mí me sucedió que me enamoré de este país, y cuando se tiene un amor tan grande por algo o alguien, no hay límites. Si bien recibí grandes golpes en mi vida, lo único que sentí aquí fue la ternura de la gente. Cómo te reciben no existe en el mundo. Además, en Uruguay logré lo que siempre soñé: la libertad. Y eso no tiene precio. ¿Cómo se devuelve? Con amor y solidaridad".

-Hace dos veranos, usted recibía dos de esos duros golpes a los que hacía referencia: la muerte de su hermano y el grave accidente de su hijo Guntram. ¿Cómo logró salir adelante luego de eso y estar hoy aquí en Punta del Este?

-Realmente fue un shock muy grande, y estuve meses sin poder reaccionar, ni salir. Además yo no puedo llorar, así que fue realmente muy fuerte. Cuando recibí la llamada del accidente de Guntram fue como si la casa se me cayera encima. No sabía si estaba vivo o no, pero cuando lo vi, no sé por qué, me dije: "Se va a salvar". Y bueno, ahora está en Miami, es un gran padre, vive para esos hijos, es feliz y trabaja. ¿Qué más puedo pedir? Lo que puedo aconsejar es que salvó su cabeza gracias al casco, si será importante. Lo protegió. Uno puede perder un brazo o la pierna, pero seguir viviendo y ser feliz.

-¿Como es su relación con sus hijos, tanto con Guntram como con el mayor Sigismund?

-Es excelente, ellos hacen su vida y yo la mía. De joven fui tan, pero tan condicionada por mis padres, al punto que no me dejaban hacer nada, todo era obligación, que siempre dije que si algún día tenía hijos sólo iba a prohibir las cosas básicas, morales o que los pondrían en riesgo. Yo no tuve vida propia prácticamente hasta los 45 años, y no quise eso para mis hijos.

-¿Y cómo es su relación con su cuñada, la viuda de Rodrigo, Patricia Della Giovampaola?

-Ella vive en Europa más que yo, viaja muchísimo. Si viene a Uruguay no me llama, y yo no la llamo. No la conozco bien, no puedo hablar de un ser que no conozco. Cuando Rodrigo salía con ella, yo estaba en el campo o en Europa, y cuando se casó ella hacía su vida y yo la mía. Y no son vidas parecidas, ella está en una cosa y yo en otra completamente distinta, entonces es muy difícil juntarlas. No puedo juzgarla, es una mujer monísima, y que Dios la bendiga por muchos años más.

CONDICIONADA.

La niñez y juventud de la Princesa Laetitia fue un ir y venir entre Europa y Uruguay. Adoraba llegar a este país porque según ella "largaba la chancleta". "En aquel entonces era no porque no, o sí porque sí, sin ninguna explicación. Llegaba a Europa y tenía toda una agenda de obligaciones para cumplir, hasta con la ropa que tenía que vestir. Si llegaba a decir que no estaba de acuerdo, venían dos bofetadas, ni siquiera de mi madre, de mi institutriz, a quien adoraba pero esas eran las reglas. Y no se puede condicionar a un ser humano. Si mis hijos hubieran querido ser bailarines o tocar la guitarra lo único que les hubiera dicho es: "Inténtenlo hacer bien, hagan un gran esfuerzo". Fue la única obligación que quise darles, pero que tuvieran una libertad de elección. Yo nunca pude hacer lo que quería, nunca. Recién cuando se fueron mis padres, de vieja, ya tenía 45 o 46 años, una locura, compré el campo. Con mis padres vivos, no podía decidir por mí.

-Entonces, ¿hasta esa edad no logró momentos de felicidad?

-Yo viví gran parte de mi vida en una inconciencia total, primero por un problema de salud terrible, y luego por mi alcoholismo. Además me casé a los 23 años. Antes de esa edad fui muy feliz, hasta que comencé a tomar conciencia de lo condicionada que estaba mi libertad. Hoy puedo estar donde quiero, y no ir a donde no quiero, antes no tenía ese privilegio. Si le llegaba a decir a mi madre que no estaba de acuerdo con algo recibía dos bofetadas y un "¿Quién es usted para pensar?". Te estoy hablando de cuando aún tenía 30 años.

-¿Cuándo se liberó?


-Yo me sentí libre por primera vez en Uruguay, pero ya tenía como 45 años. Me iba a caballo a José Ignacio por la playa y me pasaba ocho o diez días. Llegaba desde Europa y tiraba la chancleta, para mí era como un escape, además la gente me recibía con los brazos abiertos. Luego compré el campo, y como me gustaban los autos, me dije: ¿por qué no consigo la representación de alguna marca? Me fui a Japón tras Mitsubishi, y me costó tres años lograrlo, un parto. No sabía que lo que les molestaba a los japoneses era que fuera mujer, hasta para los negocios. Hasta hoy me siguen escribiendo "Sr. Leticia D`Arenberg".

-Ya hace mucho tiempo que salió del problema del alcoholismo.


-Diez años, pero nunca es mucho tiempo. Las ganas son menores pero, para cualquier persona que cae, que tiene la enfermedad de la adicción, sea la que sea, se dejó ayer. Porque ojo, yo no sé si esta noche lo voy a dejar. Y eso es lo que siempre hay que tener en claro. Cuando sucedió lo de Guntram, todos estaban en el bar, tomando cerveza, whisky. Yo moría por tomarme un gin tonic, que antes adoraba. Los miraba a todos y me decía: `si caigo en esto, él no sale y yo tampoco`. Y no lo hice.

-Como empresaria, ¿sintió temor cuando ganó el Frente Amplio?


-Jamás. Soy apolítica. Tanto asco me dio en Francia las cosas que vi, que ya no creo en nada. Se salva un poco Sarkozy porque sé cómo es y tiene un carácter al que no se le pasa por arriba. Pero no me importa el color del gobierno, creo en la persona.

-No fue de los empresarios que dijo "si gana el Frente me voy".

-Yo dije que me iba si venían extremistas. Odio a los extremistas, los aborrezco, tanto de derecha como de izquierda. La prueba está: tanto los países de extrema derecha como de extrema izquierda son un desastre, y todos se quieren rajar de ahí. Vuelvo a repetir: creo en el ser humano. Yo quiero que todo el mundo tenga un hogar, he luchado toda mi vida por la igualdad, pero quiero que todos crezcan para arriba. Que se hagan los cambios que deban hacerse, sin miedos. Sin "vamo` a ver". ¿Cuánto tiempo "vamo` a ver"? Antes se decía que las cosas no podían hacerse porque el Frente se oponía. Ahora, que está el Frente, lo intentan hacer, pero la burocracia los está ahorcando. Se están perdiendo en el bla, bla, bla. Si el señor Mujica hoy le pide a la gente en voto popular qué es lo que quiere, la respuesta es educación, que el país prospere y que realice los cambios que tenga que hacer. Vivimos 50 años dormidos, este país no puede estar tan atrasado, nuestra última esperanza es pegar el salto ahora. O se da, o nos quedamos para siempre. Y todos, desde el empresariado hasta el gobierno, tenemos esa responsabilidad social. Sin responsabilidad social no se puede vivir. Pero tenemos que empujar para que todos puedan subir, producir, trabajar y repartir. Pero no que te den. Estoy en contra de eso.

-¿Alguna vez pensó en dedicarse a la política?

-No, nunca, más allá que me gusta mucho. Pero se debe ser una persona fría como una heladera y sobre todo no prometer nada a nadie, y decir la verdad. Y yo nunca voy a mentir. No prometo ni miento.

-¿Conoce al presidente Mujica?

-Lo vi tres veces en mi vida, pero inmediatamente me di cuenta que se iba a llevar a todos por arriba. En ese momento me decían que estaba loca. Creo que es una persona que tiene todo por hacer y además es muy querida por la gente. Ojo, una cosa es que te quieran y otra es ser querida. Mirá que soy una persona de pensamiento de centro derecha pero le tengo respeto a ese hombre, y quisiera que fuera la persona capaz de lograr los grandes cambios que necesita este país. Él tiene el poder.

Sin pelos en la lengua

"No es repartir por repartir. Lo que debe hacerse es repartir trabajo. Porque el gobierno tiene un límite para dar, si no, tiene que empezar a cortar cabezas. Y eso significa meter la mano en los bolsillos de todos. Ahí sí, no va a quedar un empresario o inversionista en el país. Nos vamos a querer ir todos. Uno trabaja para sí, y otra parte para que el país salga adelante".

"¿Quién no quiere mejores escuelas, universidades, hospitales? Eso se cae de maduro. Todos queremos ver bien a la gente, sonriente, con dientes, con ganas de hacer su trabajo. Pero actualmente todos están descontentos, te miran con una cara que parecen una vaca de atrás. Pareciera que laburar fuera un pecado mortal. Se debe luchar con trabajo y sacrificio por lo que uno quiere".

"Lo digo abiertamente cuando voy a ciertos lugares, por las obras sociales que realizan mis empresas. Se lo digo a las madres directamente: `Usted tiene hijos para enviarlos a trabajar a las calles y cobrar asignaciones familiares`. Que no me vengan con lo de la ignorancia o porque le encantan los nenes. Tienen a los hijos mayores trabajando en la calle, y las hijas justo donde no quisieran verlas. Pero eso ya existía en mi tiempo, desde hace 50 años".

"Punta del Este está muy lindo, pero cuidado… No se puede construir más allá del puente sino va a pasar lo de Marbella. Construyeron tanto, tanto, que luego la gente dejó de ir. ¿Qué hicieron? Dinamita, volaron todo y volvieron a poner los pueblitos de pescadores. Acá ya los tenemos, ¡pues conservémoslos! Punta del Este tiene un gran futuro si lo conservan como está y no cruzan el puente de La Barra con edificios".

"Como nunca aprendí nada, casi no fui a la escuela, no puedo dirigir una empresa. Sé lo que quiero, exijo, pero no sé cómo hacerlo caminar. Puedo decir esto está bien o está mal, y ya es mucho".

Fuente: http://www.elpais.com.uy/suplemento/ds/-me-libere-en-uruguay-/sds_539878_110109.html