Por Esteban Valenti (*)
Es muy positivo que la izquierda y más en general los partidos políticos en el Uruguay y la sociedad en su conjunto discutan sobre la distribución de la riqueza. No creo que haya ninguna fuerza política nacional importante que se proponga que los ricos sean más ricos y los pobres sean más pobres.
Hay si en algunos sectores extremadamente liberales la idea de que el crecimiento económico debe dejarse librado a las reglas del mercado, incluyendo la distribución de los panes y los peces y hay diferencias en los instrumentos y en una visión de fondo sobre la distribución de la propiedad.
Soy lego en materia y lo reconozco. La distribución de la riqueza en el Uruguay tiene una historia económica y política y tiene una base de partida. No se trata de construir un modelo o un país ex novo. Se trata de analizar nuestras experiencias y las de otros países para analizar los posibles caminos. No es un tema económico es en primer lugar un gran tema político, que en el caso de la izquierda hace a su identidad.
No estamos hablando sólo de la distribución de la renta nacional sino también de la propiedad. Al menos yo creo que el tema debe abordarse desde todos los ángulos.
Si hoy podemos estar discutiendo esto cómodamente es porque el país ha conocido en estos seis años el más prolongado y más alto nivel de crecimiento de su producción y de sus riquezas de toda su historia. Y en esta afirmación están contenidos dos elementos inseparables: primero por el acierto de la política de los gobiernos del Frente Amplio y por el aprovechamiento de la realidad internacional y la capacidad de sortear la crisis mundial que hizo que en el 2009 todas las economías se contrajeran, menos 5 países, entre ellos el Uruguay.
De donde venimos
La izquierda no quiere distribuir migajas, desabastecimiento, dificultades, desocupación y crisis económicas sucesivas, quiere por sobre todo que la gente viva mejor, que los sectores más amplios de la sociedad – incluyendo a los sectores con menos recursos – vivan mejor, coman mejor, se vistan mejor, tengan más confort (vivienda, electrodomésticos, computación), consuma más cultura, más educación, mejor salud, más esparcimiento, mejores servicios de todo tipo. Nuestro objetivo es una mayor felicidad, eso no se logra sólo con bienes materiales, pero es casi imposible sin bienes materiales.
En el Uruguay del 2004, había casi el 32% de pobres, 4% de indigentes (incluidos entre el 32%), es decir más de un millón de personas estaba por debajo de la línea de pobreza y en este porcentaje la mayoría eran menores de 18 años. Teníamos los peores indicadores entre los jóvenes, adolescentes y niños. Un pobreza explosiva.
La desocupación era del 13.2% llegó a picos del 17% y estructuralmente tuvimos en los años precedentes una desocupación cercana al 10%, además emigraban decenas de miles de personas todos los años. Desde hacía 40 años teníamos un saldo negativo en la emigración. Para un país de menos de 3.5 millones de habitantes. Durante las últimas tres décadas ocupamos sistemáticamente los últimos lugares en materia de inversiones.
Durante la crisis, los salarios públicos y privados habían perdido entre el 22% y el 25% de su capacidad adquisitiva y siguieron perdiendo durante el rebote del 2004, se recuperó plenamente y se superó durante los gobiernos de izquierda.
Distribuir prosperidad o pobreza
¿Donde hubieron cambios muy importantes, que tienen que ver directamente con la distribución de la riqueza? La masa de asalariados, de trabajadores y en particular de trabajadores formales aumentó en este periodo del 45% (una cifra record estudiada a nivel internacional) y los salarios crecieron de manera constante durante los seis años, sumando estos factores es notorio que el sector asalariado en su conjunto tuvo un aumento importante de la masa de recursos que se distribuye por esta vía. Y ha crecido sistemáticamente.
De la mano de este mismo proceso las jubilaciones y pensiones crecieron un 32% real para todas las jubilaciones y pensiones y un 44% real para las jubilaciones más bajas por lo tanto si sumamos los trabajadores activos y pasivos, tendremos por simple lógica matemática que el crecimiento de este sector de la sociedad fue muy importante. (Datos proporcionados por el BPS)
La desocupación alcanzó el 6%, es decir el nivel más bajo desde que se llevan registros en la materia. Se crearon en seis años 400 mil puestos de trabajo nuevos. El trabajo y el nivel de los salarios y jubilaciones es el principal instrumento para distribuir la riqueza. Tanto desde el punto de vista material como fortaleciendo la propia cultura y la dignidad del trabajo. Y eso se ha hecho y se seguirá profundizando.
Las cifras del INE (Encuesta Continua de Hogares) comparativas de la desocupación de diciembre del 2008 fue del 6.8%, del 2009 del 6.3% y en el 2010 fue del 5.4.0%. La tendencia más sana de la sociedad uruguaya actual..
¿Qué más hicimos? Con el plan de emergencia y luego el de equidad y con el aumento de las asignaciones familiares tuvimos una política focalizada para los sectores más vulnerables y pobres. Y redujimos la indigencia a menos del 1% y la pobreza a algo más del 18%. Fue y es una política asistencial justa y necesaria. Teníamos que afrontar la profunda crisis social y lo hicimos con recursos y con determinación.
En el año 2004, último año del gobierno colorado, la economía rebotó contra el piso de la crisis y tuvo un alto crecimiento del 8% y sin embargo la pobreza siguió creciendo y se concentró en 50 mil nuevos indigentes. Fue a partir del 2005 que se invirtió esta tendencia, por políticas activas y concentradas.
Voy a hacer una afirmación que considero central: si no hubiera gobernado el Frente Amplio, aún un con un proceso de crecimiento del PBI, en ningún caso se hubieran obtenido estos resultados sociales, ni en el trabajo, ni en los salarios, ni en el gasto social, ni en la drástica reducción de la pobreza. No es una especulación, simplemente proyecto la experiencia de gobiernos anteriores y sus políticas de ajuste.
Tomemos un solo ejemplo, los salarios y por ende las jubilaciones: En el 2004 se redujeron 0.1%; en el 2005 aumentaron el 4.6%; en el 2006 el 4.4%, en el 2007 4.8%; en el 2008 aumentaron 3.5% en el 2009 7.3% y en el 2010 3.3%. Seis años de aumentos ininterrumpidos de públicos y privados y del salario real, descontada la inflación. Es un aumento acumulado en seis años del 31.3% Desafió a cualquiera que muestre un periodo similar de aumento de salarios y jubilaciones en toda la historia nacional.
Y por simple matemática si la masa de asalariados creció en 400 mil nuevos puestos, si muchos de ellos se formalizaron y además el salario promedio nacional aumentó un 31.3% y a eso debemos agregar la cantidad de gente que cambió para mejores puestos de trabajo debido al aumento de la demanda laboral, cualquiera, incluso el más lego puede deducir que los trabajadores y los jubilados mejoraron en la distribución de la torta. De lo contrario no se explicaría de ninguna manera la explosión en el aumento del consumo. El mecanismo de los consejos de salarios fue junto con el crecimiento económico la principal herramienta para este cambio. Y la lucha de los trabajadores.
El gasto social, es decir el porcentaje del gasto público que se dedica al gasto social tuvo una doble y espectacular crecimiento. Es porcentualmente el más alto de toda América Latina. Tomemos un solo ejemplo, el presupuesto de la educación pública en todas sus ramas en el año 2004 fue de 450 millones de dólares, en el año 2011 alcanzó la cifra de 2.000 millones de dólares, deduciendo la inflación en dólares, se multiplicó por tres y alcanzó la cifra y el porcentaje más alto de nuestra historia.
Además que cualquiera comprende que no es lo mismo el 4.5% de un PBI de los 17.367 millones del 2005, con los 31.598 millones del 2009. Faltan los datos finales del 2010, pero crecimos casi el 8%.
En este gasto público hay además una gran reforma que tiene directamente que ver con la calidad de la vida de la población, con el acceso a la salud que tuvo un fuerte impacto positivo en particular entre niños, jóvenes y jóvenes madres.
Los gastos y las inversiones del Estado
El gasto que el Estado hace en políticas sociales es una de las principales formas de distribución de la riqueza. Al menos es lo que siempre pensaron los más avanzados pensadores y luchadores de izquierda. Habrán cambiado muchas cosas, pero esa sigue firme. Y el gobierno de izquierda redistribuyó a través del gasto y las inversiones sociales.
Es también cierto que los resultados obtenidos no tienen proporción con la inversión. La educación pública está muy lejos de ser la que necesitamos y nos merecemos los uruguayos. La enseñanza media tiene entre los peores indicadores de deserción y de rendimiento de la región. Mientras en todo lo demás vamos por delante, en educación nos precipitamos en la cola del continente. Y no hay ninguna, absolutamente ninguna política social más importante, más redistributiva de las oportunidades que la educación. La estamos desperdiciando.
¿Hay que seguir invirtiendo en educación? Si, hay que invertir más todavía, pero hay que cambiar la calidad de esa inversión y hay que apuntar a los resultados, a los objetivos: el nivel de educación que reciben los alumnos y la continuidad en el sistema educativo. Esa es la única unidad de medida válida, todo lo demás debe estar al servicio de ese objetivo.
Hasta ahora hablamos del gasto, de la salida de recursos, corresponde hablar del aporte de esos recursos y los gobiernos de izquierda han cambiado cosas importantes. Cambiaron el perfil de los que pagan impuestos, hoy los sectores populares de bajos recursos, los trabajadores que todavía ganan salarios reducidos son los que pagan menos impuestos.
La clase media olvidada
¿Las clases medias han sido las penalizadas? No es así. Los sectores profesionales deben sus ingresos a la salud económica del país, al crecimiento de la demanda de sus servicios y a los niveles de sus remuneraciones. Ninguna profesión, ni que hablar los médicos, los docentes han visto reducir su capacidad adquisitiva durante los gobiernos de izquierda, incluso pagando impuesto a la renta. Todo lo contrario.
Los sectores vinculados a las pequeñas y medianas empresas, comerciales, industriales, de servicio han mejorado notablemente su actividad y sus ganancias como resultado del aumento permanente del consumo. Las cifras son muy claras y la experiencia de cada uno también. Hablen con sus almaceneros, verduleros, tenderos, etc etc. Ni que hablar las grandes empresas del ramo.
Los eternos quejosos, los sectores del campo uruguayo han vivido una revolución productiva, no sólo por el impacto de los precios internacionales de los comodities, sino por las políticas concretas y la avalancha inversora en los agronegocios.
No sólo aumentó la compra de autos nuevos...y usados, alcanzando un record histórico, sino de motos, de televisores, de plasmas, de PC, de electrodómesticos. Y ese consumo no aumenta por las compras de los ricos. La gran mayoría de los uruguayos tienen más oportunidades de trabajo, muchos han cambiado de trabajo para mejor, tienen mejores sueldos y los gastan y se endeudan, tienen mejor acceso a la salud, tienen mejores jubilaciones y pensiones y tienen más confianza en su país y en nosotros mismos a nivel familiar e individual. Lo único que no mejoró de la misma manera fue la seguridad pública. Es otro tema importante para la calidad de vida de la gente.
Sectores profesionalmente muy deprimidos han mejorado mucho su situación, los docentes y maestros, los policías, los médicos para tomar algunos ejemplos de sectores numerosos.
Esto fue el resultado de una política integral, económica y social. Indivisible. Si no hubiéramos crecido, si no hubiéramos manejado bien las variables económicas (inflación, déficit fiscal, inversiones) no se hubieran logrado estos objetivos y hoy seríamos los padres y las madres de una nueva crisis nacional, ahora con signo de izquierda.
La política económica y social no es un conjunto de parches y medidas, es una visión estratégica para el desarrollo del país, con prioridades y con instrumentos, que si se manosea, si se toquetea se corre el serio riesgo de que todo se venga abajo y nos tengamos que poner a explicar los desastres. Cuando las políticas se vienen abajo los que más sufren son siempre e invariablemente los de abajo. Los uruguayos tenemos experiencias claras y terminantes. Y crecientes. Eso si, con las mejores intenciones.
¿Nos tenemos que quedar quietos y panchos esperando que siga la bonanza? No, al contrario, debemos ser creativos para mejorar en todos los planos, sin comprometer ninguno, tenemos que seguir creciendo hasta alcanzar esa mítica cifra de 20.000 dólares del PBI per cápita que menciona el presidente Mujica, tenemos que reducir la pobreza por debajo del 10% y hacer desaparecer la indigencia, tenemos que mantener e incrementar el empleo y mejorar los salarios, las jubilaciones y pensiones y mejorar la calidad del gasto del Estado, en particular en la educación pública.
Una cosa deberíamos haberla aprendido en estos años: las cifras duras de economía y sociedad no se mueven por buena voluntad, ni es fácil y simple modificarlas positivamente (desocupación, índice de salarios, pobreza, indigencia, inflación, inversión) eso sí, para precipitarse están siempre prontas. Nosotros nos acostumbramos tanto al crecimiento y a la mejora constante – sin analizarlo muchas veces a fondo – que nos parece lo más normal del mundo. Y no lo es.
Y la otra cosa es no juguetear con los humores y los datos. En estos seis años la riqueza se redistribuyó en el Uruguay, no será suficiente, no nos conforma, pero no es cierto en absoluto que los ricos son más ricos y los pobres igual o más pobres. Esa afirmación no tiene nada que ver con la realidad. Nadie cree en la izquierda uruguaya en la teoría y menos en la práctica del “derrame”. Y los resultados son elocuentes. La política macro, micro, monetaria, fiscal y presupuestal estuvieron al servicio del objetivo de la distribución más justa. No sea cosa que ahora sólo ahora algunos se despabilan con la necesidad de redistribuir. También es cierto que ese fue el resultado no sólo de la política del gobierno, de todos los ministerios. Si falla el MIDES u otro ministerio fundamental los agujeros se ven.
Las principales herramientas
Por ello debemos elegir bien cuales son nuestras principales herramientas para seguir haciendo más justa la distribución de la riqueza. ¿El trabajo, la educación, o las políticas asistenciales? ¿La estatización de ciertas actividades? ¿Cuáles? ¿Como?
¿Se ha presentado una propuesta articulada en ese sentido desde algún sector de la izquierda? No, se han difundido humores, aspiraciones y en algunos casos aspectos programáticos parciales surgidos del último congreso del FA. Toqueteos de la política económica.
El análisis del crecimiento del país comparativamente con otras experiencias del mismo tipo, sobre todo en Asia, demuestra que cuando las economías crecen explosivamente y en cortos periodos de tiempo (seis años son pocos) en general y con muy pocas excepciones, las desigualdades sociales se profundizan. La cuchara que utiliza cada sector social para apropiarse de la creciente riqueza es muy diferente y los ricos tienen cucharas mucho más grandes. En el Uruguay eso no sucedió. No hubo un cambio negativo, al contrario el índice Gini tuvo mejorías. Que no nos conforman pero que demuestra que los gobiernos de izquierda tuvieron una sensibilidad diferente y políticas diferentes.
Esto no quiere decir que renunciemos a utilizar de manera coherente y apropiada todos los instrumentos a nuestro alcance, de política económica, presupuestal, fiscal, presupuestal y naturalmente social y cultural, pero tenemos claro que nuestras prioridades son el trabajo y su calidad, la educación y el gasto social y no el asistencialismo. Eso puede servir en una emergencia, no puede ser una política de fondo.
Por otro lado, si tomamos algunos ejemplos de otras políticas económicas de gobiernos de izquierda en América Latina, ninguna ha logrado los resultados que obtuvo Uruguay, combinando crecimiento, y mejora significativa de todos los indicadores sociales. Comparen.
Los principales promotores del toqueteo de la política económica son casi siempre firmes partidarios de otras experiencias nacionales. Que nos demuestren que les fue mejor que a nosotros. Brasil y Uruguay han sido los países que han obtenido los mejores resultados concretos y constantes y que han sentado las bases para seguir avanzando y cambiando.
El otro aspecto que en su momento habrá que considerar profundamente es el de la propiedad de los medios de producción. Lo que si está claro - para la gran mayoría de la izquierda uruguaya y latinoamericana - es que la estatización no es el camino. Ya no lo es ni siquiera en países que vivieron cincuenta años de estatización total. Simplemente es un fracaso. Cuando ellos vuelven, algunos nuestros quieren ir, cuando ellos tienen que reducir un millón de empleos en el Estado nosotros tendríamos que aumentarlos con trabajadores frigoríficos y pescadores. Un dislate. El mismo dislate que destruyó una parte de la industria pesquera nacional con una ley malísima.
La izquierda uruguaya ha definido aquellas áreas donde por razones estratégicas de intervención orientadora fundamental y por ser parte esencial del proyecto nacional el Estado debe estar presente. Y es y ha sido consecuente.
Eso nos plantea la necesidad de pensar con audacia en nuevas y diferentes formas de propiedad, de asociación, de cooperativismo en sus diversos niveles, en formas de propiedad social. En Uruguay hay en total 1.165 cooperativas, con 1.250.968 socios y 27.439 trabajadores y generan el 3% del PBI nacional.
Lo que si tenemos claro – lo aprendimos a pedradas y gobernando – es que en definitiva el objetivo siempre transitorio y en movimiento de una sociedad más justa, más democrática y más libre, no se construye sobre esquemas y sobre fracasos, sino sobre resultados. Los estamos obteniendo y no queremos comprometerlos, son una conquista histórica de todo nuestro pueblo, en particular de los que trabajan y son el mayor logro de la izquierda uruguaya en toda su historia.
(*) Periodista, escritor, coordinador de Bitácora, director de www.uypress.net. Uruguay