UN ANÁLISIS DEL MINISTRO DE SALUD PÚBLICA
El 31 de marzo pasado el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) difundió un estudio que muestra cómo los niveles de pobreza e indigencia en la sociedad uruguaya se han ido reduciendo sistemáticamente, en especial desde 2005. Pocos días antes se conoció otro dato significativo: la mortalidad infantil cayó a su tasa más baja de la historia. En esta columna, el ministro de Salud Pública sostiene que esos resultados no son producto del azar ni de circunstancias externas sino de políticas activas aplicadas desde el Estado.
Daniel Olesker
En estos días han sido publicadas cifras sobre diferentes indicadores de calidad de vida de la población uruguaya. Todos esos indicadores son muy auspiciosos, como la reducción de la pobreza (en especial la infantil, que fue la que más descendió), la reducción casi a niveles de eliminación de la indigencia, la mejora en diversos índices de desigualdad (que en esta misma nota analizaremos), la reducción de la mortalidad infantil más importante (86 niños muertos menos que en 2009), entre otros indicadores.
Pero hemos escuchado con sorpresa a varios políticos de la oposición argumentar que estos resultados nada tienen que ver con la política del gobierno y que sólo son producto de la coyuntura internacional. Además de analizar algunas cifras, tratare de demostrar en esta nota que lo bueno que nos pasa es resultado de lo que hicimos.
Hemos sostenido siempre que el crecimiento económico es condición necesaria, imprescindible, para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, pero no suficiente. Y que es necesario poner en marcha políticas activas que transformen el crecimiento en redistribución y mejoras en la calidad de vida de todos, y no sólo de algunos.
Mirar a los noventa
Como no hay mejor evidencia que la realidad quiero comenzar esta nota recordando lo que pasó en otro período de la vida del país, donde también hubo crecimiento económico y buenas condiciones externas y los indicadores de calidad de vida no mejoraron en igual proporción. Durante la década del 90, donde hubo crecimiento económico pero se aplicó un modelo que denominamos LACE (Liberal, Aperturista, Concentrador y Excluyente), el desempleo permaneció constante y aún creciente al final de la década, el salario real creció menos de la sexta parte que el PBI, el salario mínimo cayó a más de la mitad, y la desigualdad medida por el conocido índice de Gini aumentó a lo largo de todo el período. Crecimiento con exclusión o crecimiento con inclusión: ese es el dilema de la política económica hoy. Y mientras en los años 90 se optó por un modelo excluyente y concentrador, los gobiernos frenteamplistas han optado por un modelo distributivo e incluyente.
Algunas cifras actuales
La desigualdad ha mejorado sustancialmente en sus dos indicadores. Por un lado, el índice de Gini -que da 0 cuando hay plena igualdad, en el sentido que los ingresos se distribuyen por partes iguales entre todos los ciudadanos, y da 1 cuando hay plena concentración, es decir cuando un individuo acapara todo el ingreso del país- se ha ido acortando. Como muestra el informe del Instituto Nacional de Estadísticas difundido el jueves 31 de marzo, el Gini viene cayendo desde 2007 y bajó de 0,432 a 0,421 entre 2009 y 2010. El otro indicador es la comparación entre el ingreso medio del 10 por ciento más rico de la población respecto al 10 por ciento más pobre. Durante la crisis de 2002, los primeros tenían un ingreso 20 veces superior a los segundos, en 2006 la relación se redujo a 18 y en 2010 ya está en 15. La pobreza también ha caído nuevamente.
Recordemos que al comienzo del gobierno frenteamplista era de más de 30 por ciento de las personas (es decir que uno de cada tres uruguayos era pobre) y ha bajado tanto que en 2010 hay 74.800 personas pobres menos que en 2009. Otro dato fuerte: donde más bajó la pobreza fue entre los niños. Entre los menores de 6 años, hoy hay 11.800 pobres menos que en 2009 y entre los niños de 6 a 12 años 12.600 salieron de la pobreza. En tercer lugar se produjo una nueva caída de la indigencia, que se ubica en el 0,6 por ciento de los hogares y el 1,1 por ciento de las personas. Se está muy cerca de la eliminación de la indigencia, objetivo que se fijó el gobierno al asumir. A estas cifras difundidas esta semana hay que sumarle, porque va en la misma dirección y tiene similares causalidades, la baja histórica de la mortalidad infantil en 2 por mil, llegando a su valor histórico más bajo y significando 86 niños y niñas muertos menos respecto al año pasado.
Un resumen de las cifras
Antes de analizar las causas de estos indicadores quiero destacar tres elementos que resumen la información: a) Todos los indicadores presentaban ya tendencias claras a mejorar, especialmente desde 2008. b) La población de niños y adolescentes es la que aparece más beneficiada. c) Se redujo un indicador que el INE llama "brecha de la pobreza", que es cuando los hogares pobres no tienen suficientes ingresos para salir de ella. Esto significa que el proceso puede acelerarse desde ahora.
Causas
Sólo una política integral que articule lo social con lo económico, que sea consistente y que priorice el traslado a la población de los frutos del crecimiento es capaz de obtener estos resultados. La primera constatación es que la tendencia a la mejora aparece clara y firmemente desde 2008.
¿Qué pasó en 2008? Comenzaron las tres reformas estructurales que explican los cambios distributivos con incidencia sobre sobre estos indicadores: la de la salud (en particular con el ingreso de 500 mil niños y adolescentes al seguro de salud), la tributaria (con la eliminación del impuesto a los sueldos y su sustitución por un IRPF donde paga más quien gana más) y la del sistema de asignaciones familiares (que amplió este beneficio e incrementó sustantivamente su monto). La segunda constatación es que la clave de las mejoras estuvo en los hogares donde viven más niños y adolescentes y ello apareció vinculado a la prioridad asignada a estos hogares, primero en el Plan de Emergencia y luego en los cambios en las asignaciones familiares, las tarjetas sociales, la reforma de la salud y proyectos como Uruguay Trabaja e Uruguay Integra. Se demuestra entonces que en esto no hay magia sino políticas activas que tienden a la mejora en la calidad de vida de la gente.
Causas específicas por área de la política.
Pero no nos alcanza con estas constataciones. Veamos las políticas aplicadas en al menos cinco áreas.
La política económica.
Quiero empezar por la cuestión de la macroeconomía, pues mucha gente cree que ésta nada tiene que ver con los resultados sociales. Y si tendrá que ver. A la reforma tributaria que comenté más arriba hay que sumarle al menos dos elementos: a) La distribución presupuestal, que permitió que en 2011 el gasto social prácticamente duplique al de 2005. Con este presupuesto quinquenal volverá a crecer sustantivamente, ya que gran parte de la mejora presupuestal la absorbe el gasto social. b) La promoción de inversiones, que ha priorizado el aporte de nuevos empleos y la localización geográfica, apuntando a fortalecer las zonas de menor dinamismo económico.
La política de salario mínimo.
Es obvio que los niveles de ingreso que permiten mejorar los indicadores de pobreza y desigualdad están asociados al salario mínimo. Y éste pasó de 1.350 pesos en 2004 a 6.000 en 2011, es decir que se multiplicó por 4,5 en siete años. No puede caber duda que esta política sacó a mucha gente de la pobreza y redujo la desigualdad en el país.
El empleo
Así como el récord de desocupación de 17 por ciento en 2003 fue un generador de pobreza y desigualdad, el acceso al empleo, combinado con mejoras generalizadas de salarios, fue, años después, un contribuyente notorio a la baja de la pobreza y la desigualdad. Hoy tenemos una tasa de desempleo de 6,8 por ciento, la más baja de la historia del país, lo cual significa que desde aquellos años negros cerca de 300 mil personas consiguieron trabajo. Se trata de un factor de inclusión social formidable.
La reforma de la salud
Ya hablé del ingreso de los niños y adolescentes al sistema de salud, pero la contribución de la política de salud a la mejora de la situación de esta franja de la población no se agota allí. Quiero destacar al menos dos elementos adicionales: " Las políticas de acceso a servicios de prevención y promoción de la salud en niños y mujeres, que posibilitaron su mayor inclusión social y acceder a mejores condiciones de vida. " Las acciones de los servicios de salud de Estado (ASSE), que operaron sobre territorios dispersos y alejados, captando población excluida e integrándola con atención sanitaria a la vida económica y social.
Las políticas de protección social.
Mencionamos anteriormente los cambios en monto y nivel de cobertura producidos en las asignaciones familiares. Solo agreguemos dos aspectos más: " La Tarjeta Alimentaria y Social, que permitió acceder al consumo de bienes básicos a personas excluidas de ese beneficio. " Los diversos planes del Ministerio de Desarrollo Social vinculados a acciones educativas en territorio, acceso especial al empleo, formación de cooperativas sociales, entre otros.
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Toda esta combinación de instrumentos potencia la baja de la pobreza, de la indigencia y de la desigualdad. El propio informe del INE lo muestra, al decir que en los hogares no pobres la proporción de las transferencias estatales sobre el ingreso total es de 4,6 por ciento, en los hogares pobres de 19 y en los indigentes de 47 por ciento.
En síntesis, estamos ante resultados muy alentadores, porque mejora la calidad de vida de la gente y se reduce la desigualdad, los dos objetivos centrales del gobierno. Nos alegramos pero no nos conformamos, y queremos seguir con la profundización de estas políticas en todos los terrenos, potenciando programas en la educación y el empleo, como Compromiso Educativo, y la promoción del empleo de jóvenes y mujeres en contexto crítico. El informe del INE muestra en ese sentido que para sacar de la pobreza a quienes permanecen en esa situación hay que ofrecerles educación y empleo. Alegría, por un lado, y por otro compromiso para profundizar este camino.