martes, 16 de noviembre de 2010

Foro Mundial sobre Migración y Desarrollo


Eduardo González Velázquez
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Esta semana se llevó a cabo en Puerto Vallarta el Cuarto Foro Mundial sobre Migración y Desarrollo. Durante cuatro días, funcionarios de 38 países y representantes de 142 naciones montaron diversas mesas de diálogo para analizar dos temas cuya naturaleza los vuelve indisolubles: la migración y el desarrollo.

Las voces que se escucharon fueron de diversas tonalidades, pero prácticamente todas coincidieron en un punto: la violencia y la vulnerabilidad se han convertido en las dos características que conlleva el fenómeno migratorio de las personas “sin papeles” en todo el mundo.

No obstante que los representantes gubernamentales de países receptores de migrantes, como Estados Unidos, o de países de tránsito como México, intentaron matizar la violencia del periplo migratorio, al final de la jornada la pesada realidad terminó por silenciar los tibios discursos de algunos gobernantes.

Así las cosas, fueron cuatro días en los que la violencia migratoria se instaló en los discursos. Aturdió el escenario. Delineó las demandas de justicia y respeto a los derechos humanos. En las mesas de trabajo se abordó la peligrosa multiplicación de zonas de riesgo para las personas en tránsito; regiones violentas que han convertido a las geografías migratorias en verdaderos campos minados donde poco queda al alzar, porque las rutas a través de las cuales transitan los migrantes son controladas por el crimen organizado que secuestra, extorsiona, asalta y asesina a los exiliados económicos.

Pero la violencia no termina en el trayecto migratorio, la violencia se transfiere a los que “se quedan”, y miran en los que se van la esperanza de salir de la urgencia económica que los consume lentamente. La violencia que representa la separación familiar; la violencia que significa el desgajamiento del tejido social de las comunidades que de manera directa impacta a los miembros que experimentan una experiencia migratoria, ora porque se van, ora porque se quedan.

Otra cara migratoria que se abordó fue la contribución económica de los migrantes al desarrollo y crecimiento de las naciones receptoras. Manos del sur aceitando y moviendo la maquinaria del norte. Manos que generan riqueza a partir de su pobreza. Manos que se encuentran solas distanciadas de las manos familiares que quisieran estrechar. Manos que son criminalizadas, perseguidas, discriminadas, pero contratadas para un trabajo por un salario menor al que recibirían si fueran manos “legales”. ¿Podremos distinguir unas manos legales de otras que no lo son? Al final del día, el norte tiene acceso a una mano de obra barata, dócil y calificada que acepta trabajar en un esquema de expoliación permanente en beneficio de los empleadores.

No dejaron de aparecer las radiografías migratorias. La de nuestro país resulta preocupante. Nuestro país se mantiene como la nación con más ciudadanos expulsados en un contexto migratorio. Al final de este año, México contará con 11 millones 900 mil connacionales que habrán salido del país en busca de un mejor destino. Superando con ello a Rusia y China, los cuales tienen una proyección al cierre de 2010 de 11 millones 100 mil y 8 millones 300 mil habitantes, respectivamente. Por otro lado, la paisanada avecindada en el vecino del norte mandará a sus comunidades 22 mil 572 millones de dólares, con lo cual México se consolida como el tercer país remesero del mundo, detrás de la India, que proyecta recibir este año 55 mil millones de dólares; y China, cuya captación será de 51 mil millones de dólares al cierre de 2010 (El Universal, 9 de noviembre de 2010).

Las políticas de redadas y deportación que llevan a cabo Estados Unidos y México fueron centro de las más duras críticas. Para los asistentes quedó en claro que México le hace el trabajo sucio a Estados Unidos para evitar que los centroamericanos alcancen la frontera norte. Una muestra de ello son los 52 mil centroamericanos que fueron deportados por el “gobierno” mexicano el año pasado; mientras que en el mismo periodo, Estados Unidos deportó a 560 mil mexicanos. Estas políticas gubernamentales lo único que vienen a reforzar es la idea de que los países que juegan una suerte de territorio migratorio continúan enfrentando el flujo de personas con una visión dominada por los conceptos de soberanía, control de fronteras y aplicación de la ley.

Más allá de los buenos deseos verbalizados a lo largo de las amplias jornadas de trabajo en el destino turístico jalisciense, y sabiendo que los acuerdos tomados en el foro no tienen carácter vinculatorio, como ya se experimentó en Bruselas (2007), Manila (2008) y Atenas (2009), lo que nos parece más importante en vías de solucionar los problemas que eventualmente genera la migración, es que se acepte la bilateralidad del fenómeno migratorio, de manera tal que cada país expulsor o receptor se haga cargo de atender la responsabilidad que le corresponde. Solamente de esa forma los migrantes podrán acceder a mejores condiciones para realizar su recorrido. En la medida que los países expulsores no hagan lo necesario para brindar a su población el derecho a no emigrar, la sangría poblacional no se detendrá. Pero de igual manera, los países receptores deberán asumir la parte responsable que les corresponde y brindar a las personas que llegan a sus territorios condiciones para una vida digna, y hacer a un lado las prácticas y discursos políticos que permiten la criminalización de los migrantes y fomentan la explotación laboral de los mismos.

Si no se consigue materializar estos acuerdos, el foro de Puerto Vallarta correrá la misma suerte de sus antecesores. Todo quedará en una retórica fuerte, contundente, argumentada pero incapaz de materializarse en condiciones adecuadas de vida para las personas que se ven obligadas a dejar el lugar donde nacieron.

Fuente: http://www.lajornadamichoacan.com.mx/2010/11/13/index.php?section=opinion&article=004a1pol

Publicado con autorización del autor.


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