Del campo al mar, en un abrir y cerrar de ojos.
Por María Luz Memi Reboredo
El viaje comienza con los preparativos o, mejor dicho, los preparativos en sí ya son un viaje. Pero un destino como Uruguay, bastante cercano y a la vez exótico, no requiere que nos volvamos locos con la previa. No hay complicación con el idioma. Hay medios de transporte para elegir, y muchos sitios web con información.
Hay vuelos directos de Mendoza a Montevideo, pero algo que es imperdible es viajar en catamarán cruzando el Río de la Plata. Por eso es recomendable el vuelo a Buenos Aires (o colectivo), luego ir a la estación de Buquebús y embarcarse en uno de esos gigantes que cruzan el río, vertiginosamente. Los pasajes se pueden adquirir on line.
Una buena opción para empezar es Colonia, la ciudad histórica de la costa uruguaya. Para alojarse, el Hostel Colonial es un lugar ideal si se quiere gastar poco y estar cómodo. Ubicado cerca de todo, es un edificio viejo con varias habitaciones, baños compartidos, cocina y un patio comunitario para desayunar, leer o charlar.
La ciudad de Colonia de Sacramento es muy tranquila por la noche, para caminar sin prisas pero con pausas: comer o tomar algo en los barcitos situados en las esquinas con sus mesas y sillas en las calles de adoquines, totalmente recomendado.
El barrio histórico es fascinante. Las calles, los recovecos, las construcciones, son en sí mismas piezas de una ciudad museo, que aparece como detenida en el tiempo. La entrada por un puente y la muralla rodeando el lugar son, quizá, habituales para un europeo, pero para muchos otros son elementos que atraen por la diferencia a los pueblos abiertos a los que estamos acostumbrados. Y, además de fascinante, es lo suficientemente chico como para recorrerlo en un solo día.
Otra imperdible es ir a la orilla del río a pasar la tarde. Las bicicletas y los cuatriciclos se alquilan y son excelentes para recorrer las cercanías.
Seguir viaje
Rutas del Sol tiene salidas en micro a casi todos los puntos importantes de la costa uruguaya, incluso nuestro destino: La Barra de Valizas.
Se trata de un balneario que vale la pena conocer. Un lugar muy sencillo pero a la vez completo, de una calidez incomparable.
El Lucky Hostel Valizas ofrece un alojamiento accesible, aunque no barato. El encanto está en su estilo, hay dos opciones: o utilizar el espacio para las carpas o elegir entre las camas bajo techo. El baño está afuera en el jardín, así como las duchas que obtienen el agua caliente de paneles solares. La idea es cuidar los recursos, se anima al huésped a dejar los residuos biológicos en un lugar reservado para la composta, en usar poca agua y en disfrutar la naturaleza que rodea el lugar.
La playa en Valizas es amplia, la arena clara y rodeada de dunas y edificaciones precarias pero muy simpáticas. Casi siempre hay sol, y el paisaje de campo desembocando en playa es insólito. Se puede hacer buceo en naufragios cercanos, pasear por la feria de artesanos, visitar el museo local y, a la noche, la oferta es variada.
Para cenar es muy recomendable el restaurante Wocato, un lugar cálido, bien atendido y con comida basada en arroz y vegetales, todo cocido en alguno de los siete woks que pueden verse colgados en el mostrador.
La movida musical es fuerte. Muchos músicos se acercan para mostrar su talento en los distintos bares que rodean lo que sería el “centro” valizero.
Al lado de la barra de Valizas se encuentra el Cabo Polonio. Se accede subiéndose a camiones cuatro por cuatro enormes, que cruzan arena y playa y tienen como parada el centro de Polonio. O bien haciendo trekking por las dunas unos ocho kilómetros, si hay ánimos y estado físico para una caminata.
Es conocido el sitio por no tener energía eléctrica y esto nos permite dos oportunidades: desconectarnos de la tecnología que ya forma parte inherente de nuestras vidas, y disfrutar de un cielo plagado de estrellas por la noche.
Los uruguayos, por lo visto, se toman vacaciones en familia y tienen predilección por la carpa. Vacacionan de forma austera y eso es contagioso. Disfrutar de las cosas básicas y sólo de la naturaleza parece ser suficiente para generar felicidad y descanso en estos lados. Nada de lujos ni de comodidades ostentosas. Así se puede vivir Uruguay. Así se puede vivir.
Hay vuelos directos de Mendoza a Montevideo, pero algo que es imperdible es viajar en catamarán cruzando el Río de la Plata. Por eso es recomendable el vuelo a Buenos Aires (o colectivo), luego ir a la estación de Buquebús y embarcarse en uno de esos gigantes que cruzan el río, vertiginosamente. Los pasajes se pueden adquirir on line.
Una buena opción para empezar es Colonia, la ciudad histórica de la costa uruguaya. Para alojarse, el Hostel Colonial es un lugar ideal si se quiere gastar poco y estar cómodo. Ubicado cerca de todo, es un edificio viejo con varias habitaciones, baños compartidos, cocina y un patio comunitario para desayunar, leer o charlar.
La ciudad de Colonia de Sacramento es muy tranquila por la noche, para caminar sin prisas pero con pausas: comer o tomar algo en los barcitos situados en las esquinas con sus mesas y sillas en las calles de adoquines, totalmente recomendado.
El barrio histórico es fascinante. Las calles, los recovecos, las construcciones, son en sí mismas piezas de una ciudad museo, que aparece como detenida en el tiempo. La entrada por un puente y la muralla rodeando el lugar son, quizá, habituales para un europeo, pero para muchos otros son elementos que atraen por la diferencia a los pueblos abiertos a los que estamos acostumbrados. Y, además de fascinante, es lo suficientemente chico como para recorrerlo en un solo día.
Otra imperdible es ir a la orilla del río a pasar la tarde. Las bicicletas y los cuatriciclos se alquilan y son excelentes para recorrer las cercanías.
Seguir viaje
Rutas del Sol tiene salidas en micro a casi todos los puntos importantes de la costa uruguaya, incluso nuestro destino: La Barra de Valizas.
Se trata de un balneario que vale la pena conocer. Un lugar muy sencillo pero a la vez completo, de una calidez incomparable.
El Lucky Hostel Valizas ofrece un alojamiento accesible, aunque no barato. El encanto está en su estilo, hay dos opciones: o utilizar el espacio para las carpas o elegir entre las camas bajo techo. El baño está afuera en el jardín, así como las duchas que obtienen el agua caliente de paneles solares. La idea es cuidar los recursos, se anima al huésped a dejar los residuos biológicos en un lugar reservado para la composta, en usar poca agua y en disfrutar la naturaleza que rodea el lugar.
La playa en Valizas es amplia, la arena clara y rodeada de dunas y edificaciones precarias pero muy simpáticas. Casi siempre hay sol, y el paisaje de campo desembocando en playa es insólito. Se puede hacer buceo en naufragios cercanos, pasear por la feria de artesanos, visitar el museo local y, a la noche, la oferta es variada.
Para cenar es muy recomendable el restaurante Wocato, un lugar cálido, bien atendido y con comida basada en arroz y vegetales, todo cocido en alguno de los siete woks que pueden verse colgados en el mostrador.
La movida musical es fuerte. Muchos músicos se acercan para mostrar su talento en los distintos bares que rodean lo que sería el “centro” valizero.
Al lado de la barra de Valizas se encuentra el Cabo Polonio. Se accede subiéndose a camiones cuatro por cuatro enormes, que cruzan arena y playa y tienen como parada el centro de Polonio. O bien haciendo trekking por las dunas unos ocho kilómetros, si hay ánimos y estado físico para una caminata.
Es conocido el sitio por no tener energía eléctrica y esto nos permite dos oportunidades: desconectarnos de la tecnología que ya forma parte inherente de nuestras vidas, y disfrutar de un cielo plagado de estrellas por la noche.
Los uruguayos, por lo visto, se toman vacaciones en familia y tienen predilección por la carpa. Vacacionan de forma austera y eso es contagioso. Disfrutar de las cosas básicas y sólo de la naturaleza parece ser suficiente para generar felicidad y descanso en estos lados. Nada de lujos ni de comodidades ostentosas. Así se puede vivir Uruguay. Así se puede vivir.