viernes, 14 de septiembre de 2012

De Narváez: “En Uruguay veo progreso”


El empresario y político argentino Francisco De Narvaéz de pasaje por Uruguay habló con El Observador






¿Cómo ve a Uruguay hoy en materia económica?
Primero siento una profunda admiración por el país, porque creo que ha logrado, con un trabajo constante de décadas, generar una dirigencia política, empresaria, cultural, académica y deportiva a pesar de tener vecinos como Argentina y Brasil, que tenemos menos orden. En términos económicos, el hecho de contar con el investment grade es un reconocimiento a una tarea que excede el marco de un gobierno. Es decisión de los uruguayos hacerlo.

Con la dinámica tan interconectada de hoy, no hay países grandes o chicos, sino países que progresan o retroceden. En Uruguay veo progreso. Se oyen historias de éxito. Esto es muy motivante y un enorme éxito de toda su dirigencia.
¿Cómo ve a Argentina? Además de un clima actual de cierta tensión entre los dos países, mucha gente desde Uruguay se pregunta si va a estallar en determinado momento.
Como diputado nacional argentino, no hago declaraciones sobre Argentina fuera de mi país. Dicho eso, vería con una enorme satisfacción que podamos resolver los escollos que se han presentado respetando una tradición, una historia y un presente, y un futuro que nos unen. Espero que estas situaciones se puedan resolver bien y rápido, en ese orden.

¿Por qué no hace declaraciones?
No tiene que ver con lo protocolar, sino con lo que siento que corresponde. El debate lo doy dentro de Argentina, y en el exterior represento a mi país. Soy respetuoso de eso.

Cuando incursionó en la política, le preguntaban con insistencia cuanto era su fortuna. En parte detrás de eso había una percepción de que alguien criado en una familia con mucho dinero no entendería las necesidades de las personas menos pudientes. ¿Esto es así?
En la vida de una persona hay una enorme diferencia entre tener y ser. Es verdad que no hay muchos ejemplos de personas que hayamos tenido la suerte de tener y dedicarnos a la vida pública. Es natural que se despierte alguna sospecha de por qué lo está haciendo. Todos estos años de trabajo público muestran que mi convicción es trabajar por mi país. He logrado vencer una cierta resistencia. Siempre tuve una mayor receptividad en los sectores más humildes, casi por un dicho popular de "este no va robar porque no necesita". Pero no es solo eso: cuando la sociedad ve convicción, coherencia, compromiso y persistencia, se logran romper ciertas barreras. Solo el tiempo logra demostrarlo. 

En una entrevista señaló que también existen problemas en el exceso de dinero. ¿Cuáles por ejemplo?
Soy hijo de inmigrantes que llegaron a hacer la América, con una mano atrás y otra adelante, sin conocer ni siquiera el idioma. Creo que de ahí viene la raíz emprendedora que tienen nuestros pueblos, no solo el caso de mi familia. El hecho de haber nacido en situación acomodada, te sesga a pensar que todo el  mundo ha tenido las mismas condiciones. La política me dio la posibilidad de entender que no. Si bien nací en una condición privilegiada, a mí me enseñaron que ese privilegio hay que honrarlo esforzándose capaz que más que otras personas que no lo han tenido. Eso no quiere decir que no haya sabido disfrutar del bienestar que mi familia me pudo dar pero también genera un enorme compromiso. Creo que los excesos en la vida no son buenos. Pero cuando uno los tiene, aprende, si puede corregir a tiempo. Una de las visiones que me llevó a actuar en la vida pública fue haber perseguido por mucho tiempo el hecho de tener en el ámbito empresario y haberme olvidado de otras cuestiones que tienen que ver con el ser, por ejemplo mi familia y mis hijos. Lo disfruté pero relegué una cantidad de cosas. La política es mucho más integral, es una emoción, un sentimiento y una lucha permanente por el bienestar de la gente.

También es absorbente…
Sí, es de tiempo completo. Tengo la suerte que mi mujer, Agustina, me acompaña. Mis hijos más grandes han sabido aceptarlo. Tiene sus costos: haber perdido un anonimato. Y los menores, sobretodo en campaña, creen que yo trabajo en televisión (risas). Ya habrá tiempo para explicarles por qué su papa está en televisión todo el tiempo.

¿Esa alta exposición ha tenido un impacto en su grupo empresarial?
Indudablemente el grupo tiene una exposición mayor a otros que no tienen a sus accionistas actuando políticamente y siendo opositor del gobierno. Pero les tocó bailar con esto (risas). Pero yo soy categórico en ciertas decisiones de vida. Hay grises, pero hay ciertas cosas que son blancas o negras. Cuando decidí ingresar a la política, sin conocer todos los ribetes que eso acarreaba, comprendí que no podía actuar en los dos mundos. Era uno u otro. Me motivaba más ir a recorrer un barrio humilde que tener una reunión de directorio.

¿Pero no extraña nada de su actividad empresarial?
La verdad que no. Por otro lado, tuvimos la suerte de encontrar un equilibrio con un equipo profesional con miembros de la familia. Mi decisión fue no opinar más.

¿Usted no va a reuniones de directorio?, ¿no le consultan?
No. Cuando uno cree en un proceso de profesionalización y transición, es sí o no. No es un poquito. Lo que hacen los buenos equipos es tomar un buen promedio de decisiones. Nadie es perfecto. Siento que como emprendedor y dirigente, lo más importante es saber cuando empezás un proceso y cuando lo tenés que terminar. Eso se dio muy categóricamente. Y me siento muy contento de haberlo hecho, porque permitió y permite el crecimiento de una cantidad de profesionales. Al principio puede haber habido un momento de incertidumbre, pero las organizaciones superan a las personas siempre. Cuando la organización está suficientemente madura para volar, hay que hacerlo. Coincidió además con una decisión de vida, y no es compatible. No va con mi personalidad. Soy apasionado con las cosas que hago.

Usted es inversor en la empresa de vestimenta Rapsodia, ¿cómo fue esa experiencia?
Rapsodia, que está haciendo sus primeros pasos en Uruguay, nació de una hoja de papel y un lápiz, como nacen los procesos creativos. Josefina Helguera y Sol Acuña me plantearon que querían hacer una compañía de vestimenta femenina y que iba a ser la mejor. Me pasé seis meses preguntándoles por qué. Quienes conducen los procesos tienen siempre más preguntas que respuestas. Cuando uno cree que tiene las respuestas de todo no está conduciendo nada. El desafío de transformar e innovar es tener preguntas. El primer año estuve involucrado y después empecé mi vida política en 2001. Fue un proceso muy lindo. Me gusta la parte empresaria cuando hay procesos creativos desde cero. Tiene una enorme riqueza. En lugar de mirar hay que ver. Así se descubren muchas cosas. Esa es la condición de ser emprendedor. También es una mezcla de inspiración y transpiración.

Y hoy en día, ¿le hacen propuestas de inversión?
Le paso el mail a quien corresponda (risas). El mail con "copia a" ayuda.

Pero, ¿le plantean propuestas?
Ya se han ido acostumbrando a que no decido sobre eso. El grupo tiene un área de nuevos negocios.

El caso de su empresa Tía, que vendió a fines de los 90, fue estudiado en Harvard. ¿Que le quedó de esa experiencia?
Las universidades invierten recursos importantes en investigación. Es una metodología de enseñanza muy válida. Los casos no se hacen porque son exitosos, sino para mostrar procesos.

Tomaron a Tía por ser un caso en donde una familia decide cambiar la forma en la que se tomaban las decisiones en un negocio tradicional exitoso y todo lo que eso traumáticamente produjo. Había como una gran barrera de la profesionalización. Fuimos de los primeros a nivel regional. 

Un emprendedor que transforma una organización siempre está enfrente, la mira con objetividad, la critica. Hay que ser muy cabeza dura, porque las organizaciones se resisten a los cambios como las personas. Mucho más cuando son exitosas. Se me preguntaba por qué cambiar y la respuesta era porque nos va a ir mal. Uno tiene que asumir ese riesgo. ¿De qué me arrepiento, que me ha dolido? Tuve que tomar decisiones muy duras sobre personas de mucha historia y lealtad para con la empresa, que no pudieron aceptar un cambio. Pero también darle la posibilidad a personas jóvenes que tuvieron la plasticidad de poder aceptar los cambios y llevarlos adelante. Muchos de ellos han asumido el rol de ser constantes en el proceso de transición. 

El tema del tatuaje provino de un momento en que influyó mucho en usted la cultura oriental. ¿Hoy en día continúa esa influencia?
Son épocas. Y está relacionado a lo del tener y el ser. No quiere decir que uno no tenga que aspirar a tener. No vivimos en oriente, donde despojarse es una virtud. En ese momento de mi vida, que fue muy relevador a la hora de encontrar otra faceta en mí, una persona que trabajaba 20 horas por día, que tenía 35 personas que me reportaban, cuyas reuniones no duraban más de 15 minutos. Me di cuenta que no era lo que me hacía feliz. Me volqué a entender una parte de la espiritualidad que todos tenemos, me di el tiempo para entenderme y de ahí surgieron los dos tatuajes que tengo: uno es el símbolo de la crisis y otro el de la serpiente de agua (su signo en el horóscopo chino).

La crisis está definida por una combinación de amenazas y oportunidades. Uno puede derrumbarse o salir más fortalecido. En cuanto a la serpiente, tiene que ver con mi condición de ser muy bichero, me encantan los animales. Lo único que no podía agarrar eran las serpientes. Las cosas no pasan por casualidad, no creo en las casualidades. Entrando a un templo budista en un día de mucho sol, me costó enfocar la visión, cuando lo hice me habían puesto en el cuello una boa muy grande. Después me di cuenta que no era tan grande (risas). Pensé: acá me muero o me hago amigo de la boa. Y me hice amigo de la boa.Pensé que era como una señal, y en ese mismo momento fui a tatuarme. Y el tatuador no me lo quería hacer en el cuello. Y ahora no le tengo más miedo a las serpientes (risas)
¿Algunos de sus asesores le pedían que se lo sacara?
Sí. Decían que despertaba sospechas, que era algo raro. Pero son cicatrices de la vida, a algunas personas no sé les ve y otras sí. Me siento orgulloso y puedo contar por qué. Podrá gustar o no, pero me parecía falsear una historia. El ser humano tiene la virtud de percibir. En política no es necesariamente una cuestión de estar de acuerdo sino confiar. Uno tiene que mostrarse como es. No hay un hombre público y otro privado. Hay un hombre, con cuestiones privadas o públicas.

¿El hecho de ser empresario le jugó en contra?
En ciertos sectores de la sociedad sí. Siendo crítico del sector empresario, me generó ciertas enemistades que antes no tenía. Hay un rol del empresariado que excede la cuenta de resultados. tener un compromiso con el país, generar empleo, pagar salarios adecuados, pagar impuestos, pero además debatir las cuestiones de la sociedad, no solo lo que hace a determinado sector. Cuando uno mira las sociedades que progresan, porque la gente puede saber que con esfuerzo tu hijo va a estar mejor, las dirigencias son definidas, defienden cuestiones centrales, se exponen y no se ocultan. No tienen miedo de interactuar en lo público. Dicen de qué partido es y en qué creen. Toman posición y eso fortalece. Hay que defender ciertos valores centrales, cuando un país pone en riesgo sus libertades, la propiedad privada y cuestiones que han hecho a un andamiaje social, uno tiene que salir a defenderlo. Esté donde esté: sea músico, deportista, ama de casa, político o empresario. Saber de qué lado de la mesa uno se para. No se puede demandar calidad institucional a puertas cerradas. Varios países latinoamericanos padecemos de eso. Espero una clase dirigente mucho más comprometida. Lo noto en un segmento empresario más joven, más comprometido. Creo que también se da en Uruguay. Me parece muy bueno. El debate de la sociedad no es solo de la política. Uno debe transmitir sus convicciones con claridad. Se puede estar o no de acuerdo, pero eso es harina de otro costal.

Francisco De Narváez

Francisco De Narváez es un político y empresario, nacido en una familia emprendedora que supo liderar y expandir su negocio de un modo exitoso y mantenerse en el tiempo. 

Actualmente es Diputado Nacional por la Provincia de Buenos Aires.

Fundador de Unidos del Sud, organización dedicada al estudio e implementación de políticas públicas nacionales y para la provincia de Buenos Aires.

Durante 10 años integró el Directorio de Tía S.A., reposicionando la primera cadena de supermercados con cobertura nacional de la Argentina.

Hace 13 años junto a Sol Acuña y Josefina Helguera fundó Rapsodia, marca argentina de diseño de indumentaria femenina. Actualmente presente en Chile, Colombia, México, Brasil y desde febrero de este año en Uruguay.

A fines del 2006 adquirió El Cronista Comercial, diario de negocios más prestigioso, con un siglo de trayectoria y con una línea editorial reconocida por su confiabilidad.
El Cronista junto a El Observador de Uruguay y otros diarios de habla hispana, conforman la Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE).
El Grupo de Narváez participa también en la gestión de América TV y Ta-Ta.

Como emprendedor, es miembro fundador de diversas organizaciones filantrópicas para la promoción del desarrollo económico y social de los argentinos. Una de las más emblemáticas fue la creación de la Cátedra Karel Steuer de Entrepreneurship, que se dicta en la Universidad de San Andrés. La Cátedra se creo en el año 2000 y su principal objetivo es el desarrollo de un programa de formación integral, con actividades abiertas a la comunidad, ciclos permanentes de conferencias y seminarios, talleres de creación de empresas en el interior del país y un espacio destinado a la formación y asistencia de emprendedores.

Biografía por Endeavor