Vivimos una crisis de crecimiento, lo que siempre es mucho mejor, pero no deja de ser crisis.
María Simon*
En este momento el Uruguay tiene un desempleo de aproximadamente 5,5%, lo que es bajísimo para cualquier país y para cualquier momento histórico.
Hace pocos años se pedía liceo completo para una cajera de supermercado, por ejemplo. Hace unas dos semanas, hablando con una persona que trabaja en el reclutamiento de personal, me dijo que ahora los empleadores piden “que quiera trabajar”. Nada más. También podría referir que en el 2009, en el departamento de Paysandú, apareció la necesidad de guarderías o centros de educación inicial, que no tenía precedentes porque siempre había habido alguien (madre o abuela sobre todo) que permanecía en la casa.
Sin embargo hay franjas etarias con mayor desocupación y tampoco se trabaja igualmente por géneros. Necesitamos adaptar la oferta a la demanda y necesitamos crecer, volviendo entonces a la idea de crisis por crecimiento. Sólo se mantiene lo que crece.
Crecer en población es necesario, es difícil y lleva tiempo. Las medidas que se han mostrado más exitosas para aumentar la natalidad, sobre todo en la clase trabajadora, son los llamados sistemas de cuidados que permiten el ingreso de muchas mujeres a la actividad laboral remunerada. Me permito subrayar “entre la clase trabajadora” porque en este momento, como se sabe, el crecimiento es mayor en sectores marginados, lo que evidentemente se relaciona con conocidos desafíos para la educación. Es posible que tengamos corrientes migratorias. Integrarlas es también un desafío educativo y cultural. Es un gran desafío integrar población de reciente llegada de tal manera que no se constituyan ghettos, ni se genere xenofobia, y tampoco se corten los lazos culturales con sus lugares de origen.
Pero si crecer en población es muy difícil, sí podemos crecer más rápido en talentos y capacidades.
Naturalmente el camino es la educación y hay que conjugarla sabiamente a distintas velocidades y alcances. No podríamos pasar raya y pensar que de cierto momento en adelante se forma personas de otra manera. Hay que satisfacer las necesidades de hoy para que haya mayor prosperidad y mayor demanda mañana. Por lo tanto hay que poner en obra una buena combinación de capacitaciones cortas incluyendo aquellas en sitio, recalificaciones, y carreras medias y largas y muy en particular formación de docentes.
Parte de todo este sistema es el reconocimiento de saberes, ya sea saberes adquiridos en la práctica o también saberes para enseñar, eventualmente con la mediación de docentes, por parte de trabajadores especializados pues hay oficios y especialidades en riesgo de extinción.
La idea es un sistema de educación ampliamente conectado en que son posibles varios trayectos y un sistema de formación profesional en que pueden coexistir sin falsos dilemas la formación y la capacitación, como se navega con luces cortas y largas. En un sistema de formación profesional o en los sistemas educativos participan deseablemente también instituciones cuya finalidad principal no es la formación, como por ejemplo fábricas, instituciones como INIA o LATU, grandes talleres como los de las empresas públicas, en varios casos infraestructuras que no tienen uso pleno.
Un análisis de lo que se está haciendo muestra varios componentes de un sistema como el deseable, todavía poco conectados entre sí.
Son de destacar loas capacitaciones y formaciones cortas que ofrece INEFOP (Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional), institución co-dirigida por el Estado (MTSS), empresarios y trabajadores. En diciembre, entregamos títulos de capacitación de INEFOP a más de 1.000 jóvenes.
Merece la pena comentar que muchas de las calificaciones no responden a los llamados estereotipos de género; por ejemplo muchachas que aprenden a trabajar en la construcción o a cortar carne en los frigoríficos.
Para un sistema de educación a corto y largo plazo y que alcance todo el territorio nacional, contamos con elementos valiosísimos a poner en juego como es la red de la Universidad del Trabajo extendida ya en muchos lugares del territorio.
También los institutos de formación docente de carácter terciario, y la Universidad, que está logrando formar centros regionales con carreras propias, investigación y grupos de docentes radicados. Estamos muy lejos de aquellos inicios en que las clases debían dictarse los fines de semana y en días adyacentes. En varias localidades, tal vez por la cercanía geográfica y tal vez por la falta de prejuicios (en el sentido estricto de juicios a priori) se da una espontánea y fecunda colaboración entre Universidad, formación docente, educación media e institutos de investigación.
Las carreras de tecnólogo, de las cuales hay unas once, muestran lo fecunda que puede ser la cooperación entre universidad y UTU sin que ninguna institución prevalezca sobre la otra, sino aportando lo mejor que cada una puede aportar. Es por eso que frente a preguntas tales como si algo no lo puede hacer una institución sola, hay que responder sencillamente que nada debería hacerse menos bien de lo que se puede, y menos aún en educación.
Es claro que nos faltan mucho más formaciones terciarias en todo el territorio; en realidad debería tener mucho más estudiantes la formación de tipo politécnico que la universitaria. Sobre todo con carreras politécnicas que, además de brindar salidas laborales y proveer capacidades imprescindibles, permitan la continuidad educativa.
Numerosos estudios han mostrado que un año más de educación siempre es una buena inversión, pero es aún mejor que se completen ciclos educativos en un sistema en que los roles están bien definidos.
También vemos, por experiencia directa en instituciones como la Facultad de Ingeniería, gran cantidad de jóvenes que reivindican su vocación por carreras de vertiente politécnica y a quienes la formación universitaria no satisface, no porque sea mala sino porque no corresponde a sus expectativas. El que aspira a ser programador no quiere – o no necesariamente quiere – ser ingeniero en computación. Y un ingeniero en computación no es en general un buen programador. Ambas profesiones son requeridas con urgencia por la emergente industria del software a través de la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (CUTI). Es un caso particular, un ejemplo, pero muy significativo. Es el primer sector que mostró la factibilidad de exportar desde Uruguay productos que tienen casi todo su valor en lo intelectual. Las industrias culturales están siguiendo ese camino, con fortuna y trabajo.
Estas industrias intensivas en intelecto reclaman vivamente las formaciones técnicas y están ya con serias dificultades para conseguir personal.
El ITS (Instituto Técnico Superior) que se define en la Ley de Educación y en cuya implementación trabajó una comisión de constitución múltiple, es una propuesta integradora en el sentido en que estamos hablando.
*De hecho la implementación de un instituto terciario politécnico, o como se le llame, es demandado por varias cámaras empresariales y creemos que tendría muy buena aceptación entre los jóvenes. Esto no excluye tecnicaturas, bachilleratos u otras opciones que dicta UTU. Existe también oferta privada o de ciertas empresas, a tener en cuenta en un enfoque panorámico. Lo que resulta particularmente importante es armonizarlas entre sí. Para empezar, las instituciones deben hacer confianza unas en otras, superando antiguos dilemas.
Sería muy bueno celebrar así varios centenarios que se cumplen en estos años en el ámbito de las instituciones educativas.
* El autor
María Simon es Ingeniera Industrial, op. Electrónica, Profesora Titular de la U.R. en Telecomunicaciones. Ex Decana de la Fac. de Ingeniería. Ex Presidente de ANTEL. Ex Ministra de Educación y Cultura y actual Viceministra. Desde todas estas responsabilidades ha buscado fomentar la calidad académica y la vinculación entre ciencias fundamentales y tecnologías e impulsar el rol de los profesionales, los estudios, la cultura y la producción nacionales. Frenteamplista independiente.
Fuente: http://blogs.montevideo.com.uy/bloghome_22399_1_1.html