Centenares de funcionarios, legisladores y estudiantes le dieron
el último adiós al venerado maestro, uno de los desaparecidos más reconocidos de
la dictadura uruguaya. Sus restos fueron hallados el 21 de octubre en un cuartel
del Ejército.
El velorio de Castro, maestro rural, periodista y activista por
la educación y uno de los desaparecidos más reconocidos del período dictatorial
en Uruguay (1973-1985) por su labor opositora constante hasta su desaparición,
se realizó anteayer en la sede del Museo Pedagógico de Montevideo, en homenaje a
su figura como profesor y estudioso de la educación.
Centenares de ciudadanos y
representantes de la clase política uruguaya acudieron al velatorio del maestro
Julio Castro, desaparecido por la dictadura uruguaya en 1977 y cuyos restos con
signos de tortura fueron hallados el año pasado.
Allí, la pequeña urna que contenía sus restos fue escoltada por familiares y
amigos; las visitas no portaron flores a pedido expreso de la familia, que a
cambio pidió donaciones para una escuela pública del interior del país. Uno de
los primeros en acudir fue el ministro de Educación del Gobierno de José Mujica,
Ricardo Ehrlich, quien destacó el acto como un “momento de recogimiento y dolor
compartido, totalmente ciudadano”.
Para Ehrlich, la gran asistencia de público al velorio se debe a que Castro
fue un referente para la educación uruguaya al que las circunstancias de su
muerte le dan una significación particular. “Un hombre de la educación ejecutado
por la dictadura es una herida profunda para la sociedad”, señaló el ministro.
“Seguimos teniendo heridas abiertas muy fuertes y hay dolores que nos acompañan
como sociedad y seguimos buscando cerrarlas, creo que lo que nos convoca hoy es
eso, que nos revive los dolores y los desafíos que tenemos como sociedad”,
agregó.
También se hicieron presentes el ministro Daniel Olesker, los legisladores
Mónica Xavier Doreen Ibarra y Fernando Amado, los integrantes del recientemente
formado Instituto Nacional de Derechos Humanos Mirtha Guianza y Juan Raúl
Ferreira, y, en nombre del presidente Mujica, el prosecretario de la presidencia
Alberto Breccia.
Ferreira fue quien denunció el caso de Castro ante la Organización de Estados
Americanos. Castro fue el primer maestro desaparecido en América latina
reconocido como tal. Desde que lo mataron, el maestro está predestinado a seguir
dando lecciones. “Es tremendo presenciar el velatorio de una persona
desaparecida por tantos años y que en la sencillez de su féretro estén las tres
fechas: nacimiento, muerte y aparición,” declaró el funcionario al diario
uruguayo La República.
Entre los asistentes destacó la presencia de numerosos jóvenes, como el
estudiante de sociología Matías Fantoni, que reconoció que acudió a rendir
homenaje al maestro por el significado de su persona. “Representa, al ser uno de
los pocos desaparecidos recuperados, la memoria que no calla”, señaló el
estudiante uruguayo. “Uno viene no sólo porque hay que darle las gracias por lo
que hizo, sino porque significa que es posible seguir buscando y que todavía
podemos seguir con la causa”, dijo Fantoni.
Los restos de Castro fueron hallados el pasado 21 de octubre en un cuartel
del Ejército a las afueras de Montevideo, en donde se realizaban excavaciones en
busca de desaparecidos. Poco después se reveló que el cadáver de Castro
presentaba signos de tortura, como una costilla rota y marcas de haber tenido
atadas las manos y los pies con alambre, así como de haber recibido un disparo
en la cabeza.
“Estaba en una fosa excavada en la roca y rellena de cal, portaba aún ropa,
zapatos, medias, pullover, cinturón y abrigo y se localizó en un bolsillo de la
camisa una moneda de 20 nuevos pesos, que se usaba entre los años ’70 y ’80”,
ilustró el antropólogo José López Mazz, encargado de la recuperación del
cadáver.
Según la Comisión para la Paz, la dictadura en Uruguay dejó 38 desaparecidos,
aunque en Argentina se denunciaron otras 182 desapariciones de ciudadanos
uruguayos; en Chile, ocho; en Paraguay, dos, y en Brasil, una. El caso de Castro
fue reabierto en 2010 después de que el actual presidente lo excluyera de la Ley
de Caducidad, aprobada en 1986 y ratificada en dos referendos en 1989 y 2009, y
que dejó impunes los crímenes de la dictadura.
Tras conocerse los detalles de la muerte de Castro, el comandante en jefe del
Ejército, el general Pedro Aguerre, realizó un inesperado anuncio en el que
señaló que la institución “no encubrirá a homicidas o delincuentes en sus
filas”, ni permitirá la existencia de un “pacto de silencio” que evite hablar de
lo sucedido entonces.