“un hombre y un artista con la magia de crear luz de donde sólo hay tinieblas”
Reseña Biográfica
Alfredo Zitarrosa, nació en Montevideo, Uruguay, el 10 de marzo de 1936.
Su vida en una zona rural del país hasta su adolescencia, influye notoriamente en lo que será su repertorio, esencialmente de raíz campesina.
Se inicia como cantor profesional en el Perú, en 1963, cuando a instancias de un amigo suyo se presenta en un programa televisivo de la ciudad de Lima. Durante su viaje de regreso al Uruguay, canta en un programa radial de la ciudad de La Paz, Bolivia.
Hasta entonces se había desempeñado como periodista y locutor radial, trabajando en varias emisoras de
Montevideo.
Más tarde sería un brillante cronista del célebre semanario “Marcha”, dirigido por Don Carlos Quijano.
La difusión radial sorpresiva de algunas canciones que había grabado a instancias de sus amigos, compañeros de labor, caló hondo en el público oyente, identificado profundamente con su canto, que parece encontrar en Zitarrosa una voz honesta y una forma de cantar “a lo uruguayo”, que da comienzo a una relación que no quebrará ni la propia muerte.
Su debut como cantor profesional en Montevideo, tuvo lugar en el auditorio del SODRE (Servicio Oficial de Difusión Radioeléctrica) en 1964.
Su primer disco publicado, “Canta Zitarrosa”, abrió el camino de la difusión de la música nacional de este género en su tierra, compitiendo en ventas con el fenómeno popular de la época: los “Beatles”. Fue un militante defensor de los derechos de los artistas nacionales y de la producción de estos, como las de Viglietti, Los Olimareños, Capella, Palacios, entre otros, representativos como él del sentir nacional.
Desde 1965 hasta 1988 grabó aproximadamente cuarenta discos larga duración, en diferentes países, fundamentalmente en Uruguay y Argentina.
Recibió en vida innumerables distinciones y premios, aparte de la permantente marca en ventas discográficas, entre las que se destaca la Condecoración con la Orden ‘Francisco de Miranda' por parte del presidente de Venezuela en 1978.
Debido a su militancia política su canción es prohibida en Uruguay a partir de las elecciones de 1971 (prohibición que se consolida con el establecimiento de la dictadura cívico-militar el 27 de junio de 1973). Con el recrudecimiento de la persecución, habiendo sido convencido de que su canto sólo sería útil a la causa del pueblo desde fuera, debe salir al exilio en 1976, primero rumbo a Argentina, hasta el comienzo de la dictadura militar en aquel país, hasta que debe partir (por la misma causa que del Uruguay) para radicar en España donde estuvo residiendo hasta abril de 1979. Desde ese momento vivió en México, donde aparte de cantar, desarrolló actividades periodísticas en el diario “Excelsior” y en “Radio Educación” con su programa “Casi en privado”. Durante este período, a pesar de ser reconocido por él mismo como el menos creativo debido al dolor por el desarraigo, graba y edita varios discos en España, México y Venezuela. Asimismo participa activamente de diversos festivales internacionales, como abanderado de la lucha a favor de la libertad del pueblo uruguayo y de otras naciones oprimidas por gobiernos de corte fascista, y como referente ineludible del canto popular uruguayo y latinoamericano.
Levantada la prohibición de su canto en Argentina en 1983, es contratado para realizar un recital en ese país, oportunidad que es aprovechada por Zitarrosa para acercarse a su tierra, pasando a residir en Buenos Aires, hasta el momento que fuera posible su regreso al Uruguay. Allí realiza –entre otras- una memorable actuación en el estadio de Obras Sanitarias, donde al presentarse ante el público que colmaba el estadio, solicita su permiso: “Ojalá a partir de este momento ustedes me autoricen a seguir cantando a nombre de mi tierra”.
El 31 de marzo de 1984, es recibido por una multitud que lo aclama y lo acompaña, desde el aeropuerto, por todo Montevideo, en una circunstancia que es defida por él mismo como “la experiencia más importante de su vida”, lleno de una emoción profunda de alegría por el rencuentro con su tierra, con los amigos, sus “hermanos”, y la profunda alegría por el regreso a su amado país.
Una vez en su tierra realiza conciertos por todo el país y edita nuevos trabajos discográficos, entre los que presenta la serie “Melodía Larga”, milongas instrumentales para conjunto de guitarras, guitarrón y otros instrumentos de uso típico en el Jazz.
En 1988 edita por primera vez su obra literaria como tal en el libro de cuentos “Por si el recuerdo”, que recopila historias escritas durante sus últimos treinta años.
Su temprano y sorpresivo fallecimiento, en Montevideo, el 17 de enero de 1989, repercutió tan hondamente en el pueblo, en toda la comunidad hispano y latinoamericana, y en otros tantos países, al extremo tal que “el mundo entero fue una limpia e inmensa lágrima”.
Como poeta, integra en sus canciones el sector de mundo que le tocó vivir. Encontró, deshaciéndose, las esquivas palabras que simulan pasiones, historias, fábulas y esperanzas. Encontró, las palabras convenientes, las más precisas para sus descripciones: “Mariposa marrón de madera”; “Puedo enseñarte a volar / pero no seguirte el vuelo”; “Tú no pediste la guerra / Madre tierra, yo lo sé”.
Como músico, componiendo a favor de la guitarra y por milonga, creó un estilo de arreglos “a lo Zitarrosa”, con el sello de su creatividad musical, impuso este género como un estilo popular vivo. Fue impulsor del concepto de la fusión musical en el uruguay, llegando en su último trabajo discográfico a asimilar desde la milonga al rock, continuando la búsqueda de lo que él mismo definó, en 1969, como un “auténtico jazz del sur”, en base a la milonga.
Hombre de prodigiosa erudición, fue un narrador brillante, quien logró además a través de sus “Fábulas Materialistas” (recopiladas y publicadas en libro, por su familia, en el 2001), una sabrosa mezcla surrealista de ciencia, mito y humor.
Pero en Zitarrosa coexistían, además, los insólitos Diamólogos, el entrevistador agudo en “Marcha”, el locutor que creó toda una escuela del decir radial. No debe olvidarse un lejano trabajo crítico de Alfredo sobre “el cantor alienante y el público alienado”. Allí, este hombre de seductora voz, de presencia imponente en el escenario, alertaba al lector sobre posibles alienaciones ante la “figura” de un artista, ante la aureola de un astro que prácticamente invalidaban toda audición crítica; toda audición que realmente atendiera lo que el artista estaba “dando” sobre el escenario. Abreviemos: nos enseñaba que siempre debemos oír críticamente al artista.
Su familia, con el apoyo de amigos y personalidades de la cultura, entre otros, en honor a su ejemplo artístico y ético, en la fecha de su nacimiento, el 10 de marzo del 2004, declara la creación de la Fundación que lleva su nombre, para preservar su legado y trabajar, a favor de la cultura, de los valores humanistas e ideales sociales, como lo hizo Zitarrosa, del mismo modo que él los defendió y cantó.
En opinión del poeta Washington Benavides, Zitarrosa es “un hombre renacentista, atento a todo aquello que significa cambiar la vida”. El poeta Saúl Ibargoyen lo define como “un hombre y un artista con la magia de crear Luz de donde sólo hay tinieblas”.
FUENTE: http://www.fundacionzitarrosa.org/biografia.htm