EFE Fecha: 03/08/2012
Raúl Cortés
Montevideo, 8 mar (EFE).- La violencia machista y el limitado acceso a la salud y a la educación lastran a las mujeres rurales uruguayas, un sector de la población olvidado por la creciente migración del campo a la ciudad y a pesar de que el país depende en gran medida de su producción agroindustrial.
En una entrevista con Efe, la presidenta de la Asociación de Mujeres Rurales del Uruguay (AMRU), Raquel Gimlet, remarcó hoy que los datos preliminares del censo nacional de 2010 apuntan a que la población rural en el país ha disminuido hasta el 5 por ciento del total.
Esto convierte en "muy difícil la vida de la mujer rural", indica la activista, preocupada sobre todo por el cierre de escuelas en el campo y la lejanía de los hospitales especializados.
"No es tan fácil ir a hacerse un examen, las mamografías, lo que necesitamos las mujeres hacernos para controlarnos, dejar toda una jornada o dos jornada de trabajo para ir a la ciudad", revela esta ama de casa de Dolores, localidad ubicada a 275 kilómetros al noroeste de Montevideo, en el departamento de Soriano.
Gimlet protesta también porque en ocasiones los animales parecen tener más importancia incluso que las mujeres, ya que de ellos viven las familias rurales.
La idea de erigir la asociación, fundada en 1994, surgió precisamente al constatar las condiciones de las mujeres que trabajan en los tambos (establecimientos ganaderos destinados al ordeño de vacas).
La mentalidad en el campo es que todo el dinero que entre se destine primero "para mantener al animal" y después para la alimentación, la salud y la educación, explica.
También pesa como una losa "la tradición patriarcal" de un país formado básicamente por descendientes de españoles e italianos.
"Podemos tener muy buenas iniciativas las mujeres pero al momento de llevar a cabo la idea, la decisión es del hombre", lamenta Gimlet, que recuerda por ejemplo las dificultades que tienen las integrantes de AMRU para reunirse.
"Si vamos a vender los huevos al pueblo está bien que salgamos las mujeres de la casa y vayamos y traigamos la platita (dinero), pero si nos vamos a juntar a conversar dicen que vamos a perder el tiempo y cosas así", agrega.
El machismo del campo uruguayo se ve reflejado también en la titularidad de la tierra, donde "las mujeres son siempre las colaboradores, no las cotitulares"
Capítulo aparte merece la violencia de género, un aspecto que "es más preocupante porque la mujer, al estar más sola, más aislada, está más expuesta".
Buscar ayuda en los vecinos no parece la mejor solución y los casos solo terminan destapándose, si es que se destapan a tiempo, por la intervención de las maestras rurales, que pueden saber si algo va mal a través del comportamiento de los hijos de la pareja.
En un acto con motivo del Día Internacional de la Mujer, que este año se centra en la mujer rural, el ministro del Interior uruguayo, Eduardo Bonomi, reveló este jueves que de los 199 homicidios registrados en el país en 2011, el 15 % fueron por robo y el 40 % por violencia doméstica.
Por otra parte, según un informe de 2010 del Instituto Nacional de las Mujeres, por cada hombre mayor de 14 años sin ingresos propios hay tres mujeres en esa situación, un fenómeno que se agrava en las zonas rurales, donde el ingreso medio de los hombres es 2,5 veces el de las mujeres.
La mera constatación de las dificultades económicas por las que atraviesa la AMRU sirve de cruel metáfora de esa situación.
Llegó a tener 64 grupos de 11 de los 19 departamentos uruguayos con un total de 2.000 integrantes pero actualmente tiene apenas unas 600 asociadas.
Se mantiene casi exclusivamente con las cuotas de las socias y la venta de productos artesanales como confituras o textiles, aunque también consigue de vez en cuando fondos del Ministerio de Desarrollo Social.
Su sede está es un vetusto apartamento del centro de Montevideo cedido por la alcaldía y, aunque la AMRU lo tiene desde hace dos años, se mudó allí en octubre pasado cuando pudo conseguir dinero para quitar los ladrillos de las ventanas tapiadas y poner rejas y cristales.
Pese a las dificultades, Gimlet no desiste y se aferra al lema de la asociación, "Porque queremos seguir viviendo en el campo".
"Que escuchen, que no se tapen los oídos, las mujeres desde el medio rural y la ciudad, todas tenemos algo que decir", reclama con voz firme. EFE
rac/eat
Fuente: http://feeds.univision.com/feeds/article/2012-03-08/la-violencia-y-el-rezago