“Abre tu puerta vecino y saca al camino tu vino y tu pan y La Viuda: El Sabalero interpreta a Higinio Mena”, de José El Sabalero Carbajal. Ayuí Discos.
“Este disco se llama La viuda porque los amigos pueden seguir haciéndose
chistes después de la vida para que la muerte no sea tan triste. Con Higinio
[Mena] hablábamos mucho sobre lo que nos iba a sobrevivir a los dos y eso eran
las canciones”, escribía José Carbajal a las tres de la mañana del 21 de
noviembre de 2006, para el librillo que llevaría su último disco. Cuatro años
más tarde en Villa Argentina, Canelones, un 21 de octubre de 2010 tenía ese
encuentro fatal y final: “La muerte andaba rondando / Quién sabe dónde andará /
No me dejes alegría / No te vayas vida mía / Que esta puta, vieja y fría / Nos
tumba sin avisar”, cantaba El Sabalero a los 66 años, cuando la tempranera
guadaña se lo llevó de paseo para escuchar sus canciones. Ésas que no son
fáciles de escuchar y que no pasan desapercibidas. Ésas en las que las historias
calan hondo y se meten en la piel en cada oración. Con esa forma trascendental
de decir cantando, de cantar contando. Canciones que dicen mucho, que difieren
con las que se quedan pegadas al escucharlas en el bondi, porque éstas se
guardan en otro lugar, mediante fotográficas frases que se materializan en ese
decir, con esa susurrante y áspera voz. Escucharlo es aprender, es verse, es
sentir, es obligatorio. Para ello, Ayuí pone a su disposición dos discos
ineludibles que ayudan a comprender parte de la historia musical de este país,
dos discos bien distintos de un artista superlativo, y que abarcan dos facetas y
épocas bien diferentes, la de la interpretación de su propia obra y la de
intérprete de textos ajenos. Dando una clase magistral de interpretación en una
y otra grabación, separadas entre sí por más de 30 años.
El disco abre con una postal que acompañaría nuestro país por 15 años; la canción desde donde se desprende el título, la oscura “Navidad y Rejas”, que lo sitúa irremediablemente en los años 70, haciéndose eco de la realidad imperante, más allá de que se adelantase al golpe de Estado. Continúa interpretando a Marcos Velásquez, con la popular y astuta “Tero-Tero”, para desembocar en una obra cumbre de la pluma del Sabalero como “No te vayas nunca compañera”, que luego aparecería en distintas versiones, en Colmeneras (1978) y La casa encantada (1995).
Un recordado texto en el que dice: “Te pienso / Cómo te pienso amiga del alma mía / No me olvides mi amor, nunca me olvides / aunque sientas en ti otras infancias”. Una hermosa canción de amor de cuarto de pensión, donde los recuerdos del pago se hacen inmensos en la soledad que es mitigada por un cuerpo de mujer, esa compañera que comprende y ama, que acompaña la hermosa poesía que se vuelve canción, como una plegaria, pidiendo que no cese ese amor, ése, que hace insignificantes los temores, aunque sea por momentos, esos con la pollera colgando de la silla o los de compartir el pan con mortadela. Una canción que se hizo himno en épocas de exilio y desarraigo.
Un detalle no menor de este disco son los arreglos de la época, en los que aparecen cuerdas que hoy suenan bastante añejas, algo demostrado por el propio Carbajal al reversionar varias de sus composiciones, omitiendo en el caso de “No te vayas nunca…” los arreglos corales o bien en -la primera- “Yacomienza” en la que su voz planea sobre tamboriles y parece retorcerse sobre el arreglo de cuerdas digno del período pero sumamente ajeno a la canción, que opacan una postal perfecta. Candombe del que se desconocen los músicos participantes, que luego también tendría varias versiones (en Colmeneras es interpretado por Carbajal en guitarra y Jaime Roos en tamboriles), y que luego sería popularmente conocido como “Yacumenza”, generando confusión con la canción del mismo nombre compuesta por Manolo Guardia y que apareciera en 1965 en aquellos “Candombes de vanguardia” comandados por Daniel Bachicha Lencina.
Luego sigue “Carita gris”, de Roberto Cabrera y Carbajal; un relato nostálgico, de esos que perfeccionara con los años, entre cantando y contando; después “Quién trajo este silencio”, íntima milonga blues con bajo, guitarra y armónica, de las que dejan pensativo, que husmea el tango y se detiene al decir arrabal, así, con muchas erres, como si algún polaco conocido compartiera mostrador. Pero, justo cuando la nostalgia llena el vaso, se escucha “Vou cantando vem sozinho ate o rancho onde ela mora / mais se encuentro seu marido segurinho eu vou embora” para que el “Contrabandista de frontera” de Pancho Viera encuentre su mejor cantor, marcando el terreno de la picardía criolla, rescatando la belleza de la anarquía y la libertad de ese “oficio macho” que pregona “que pan que niega el gobierno a balazos igual se hace”. La “otra ley”, la del Perico Alcasotro, que se cargó cuatro gendarmes, “porque el que anda en malas con los retobados es porque anda en buenas con la Policía”.
Probablemente quien más ayudó a difundir su obra fue Carbajal, al interpretar sus canciones con maestría en estos dos discos increíbles. Porque La Viuda no hace más que ampliar y reinterpretar lo anteriormente expuesto en Entre putas y ladrones, y a los siete títulos productos de la pluma de Higinio Mena que había incluido, agrega otros cinco en 12 nuevas versiones. Historias de pueblo en el límite del campo, del suburbio, historias de agua dulce y calafatear botes, en la lengua del pueblo, donde las metáforas se potencian en la interpretación. Historias al borde, simples; historias prostibularias, como “La mama Juana”, (“del amor tibia techumbre / cerrada en el nombre de las benditas costumbres”), exponiendo en una hiperrealista postal pueblerina las clases sociales y el solapado poder de la Iglesia. Historias que Carbajal canta como si fueran sus propias leyendas sabaleras, por más que fueran pensadas al otro lado del río, porque cuando dice “la pucha si chupaba Don, mi tío Santiago”, uno piensa en su tío y ve a José en “La Palmera”. Canciones hermosas, de escuchar de dientes apretados, como “Al compañero Luis”, una milonga blues con las palabras justas.
En pocas palabras, un disco ineludible, poseedor de 12 gemas entre las que valses, bluses, milongas, chamarras y más son interpretadas por un grupo de músicos excelentes, que incluyen al violinista Federico Britos, a Eduardo Acevedo en armónica, a Roberto y Eduardo Elissalde en guitarra y batería, Fernando Goicoechea en piano, Gabriel Casacuberta en contrabajo, Carlos Ferreira en percusiones, Fabián Pietrafesa en clarinete y Miguel Ángel Trillo en bandoneón.
Buen día, vecino
El primero de estos discos es Abre tu puerta vecino y saca al camino tu vino y tu pan, editado originalmente en Argentina por CBS Columbia en 1972. Abre tu puerta vecino… presenta a un artista joven en sus primeros pasos, aunque firmes, en el que llama la atención su voz menos cascada. Un disco que se hallaba descatalogado y fue merecidamente devuelto a las bateas, en el que aparecen canciones clave del repertorio de Carbajal junto a otras menos conocidas.El disco abre con una postal que acompañaría nuestro país por 15 años; la canción desde donde se desprende el título, la oscura “Navidad y Rejas”, que lo sitúa irremediablemente en los años 70, haciéndose eco de la realidad imperante, más allá de que se adelantase al golpe de Estado. Continúa interpretando a Marcos Velásquez, con la popular y astuta “Tero-Tero”, para desembocar en una obra cumbre de la pluma del Sabalero como “No te vayas nunca compañera”, que luego aparecería en distintas versiones, en Colmeneras (1978) y La casa encantada (1995).
Un recordado texto en el que dice: “Te pienso / Cómo te pienso amiga del alma mía / No me olvides mi amor, nunca me olvides / aunque sientas en ti otras infancias”. Una hermosa canción de amor de cuarto de pensión, donde los recuerdos del pago se hacen inmensos en la soledad que es mitigada por un cuerpo de mujer, esa compañera que comprende y ama, que acompaña la hermosa poesía que se vuelve canción, como una plegaria, pidiendo que no cese ese amor, ése, que hace insignificantes los temores, aunque sea por momentos, esos con la pollera colgando de la silla o los de compartir el pan con mortadela. Una canción que se hizo himno en épocas de exilio y desarraigo.
Un detalle no menor de este disco son los arreglos de la época, en los que aparecen cuerdas que hoy suenan bastante añejas, algo demostrado por el propio Carbajal al reversionar varias de sus composiciones, omitiendo en el caso de “No te vayas nunca…” los arreglos corales o bien en -la primera- “Yacomienza” en la que su voz planea sobre tamboriles y parece retorcerse sobre el arreglo de cuerdas digno del período pero sumamente ajeno a la canción, que opacan una postal perfecta. Candombe del que se desconocen los músicos participantes, que luego también tendría varias versiones (en Colmeneras es interpretado por Carbajal en guitarra y Jaime Roos en tamboriles), y que luego sería popularmente conocido como “Yacumenza”, generando confusión con la canción del mismo nombre compuesta por Manolo Guardia y que apareciera en 1965 en aquellos “Candombes de vanguardia” comandados por Daniel Bachicha Lencina.
Luego sigue “Carita gris”, de Roberto Cabrera y Carbajal; un relato nostálgico, de esos que perfeccionara con los años, entre cantando y contando; después “Quién trajo este silencio”, íntima milonga blues con bajo, guitarra y armónica, de las que dejan pensativo, que husmea el tango y se detiene al decir arrabal, así, con muchas erres, como si algún polaco conocido compartiera mostrador. Pero, justo cuando la nostalgia llena el vaso, se escucha “Vou cantando vem sozinho ate o rancho onde ela mora / mais se encuentro seu marido segurinho eu vou embora” para que el “Contrabandista de frontera” de Pancho Viera encuentre su mejor cantor, marcando el terreno de la picardía criolla, rescatando la belleza de la anarquía y la libertad de ese “oficio macho” que pregona “que pan que niega el gobierno a balazos igual se hace”. La “otra ley”, la del Perico Alcasotro, que se cargó cuatro gendarmes, “porque el que anda en malas con los retobados es porque anda en buenas con la Policía”.
Versiones propias
El otro disco que vuelve a la luz es el premonitorio La Viuda, El Sabalero interpreta a Higinio Mena, que data de 2006 y Carbajal había editado de forma independiente para venderlo en sus shows. Un disco en el que continuaba el encuentro con Higinio Mena, de Entre putas y ladrones (1990), al que parecería que no se ha tenido muy en cuenta por tratarse de canciones que no eran de su autoría. Claro que Higinio Mena ya se conocía por Jorge Lazaroff, quien había interpretado “Albañil”, “El rengo Zamora” y “Perico Alcasotro”. Néstor Julio Argüelles Bruzzo nació en Argentina en 1947, en Ranchos (Buenos Aires); también anduvo por La Plata y fue conocido como el Loco Argüelles. Anarquista, poeta, escritor, cantante y músico. Luego de que su compañera fuera abatida por la dictadura argentina se fue a Europa, donde conocería a varios uruguayos que deambulaban entre España, Francia y Holanda. Allí se le conocería como Higinio Mena, apellido tomado del alias Adolfo Mena González que usara el Che Guevara. Fue militante y genial intérprete de la cultura de los laburantes, publicó su disco Para esto hemos nacido junto a Numa Moraes y varios libros.Falleció en Europa por el 98, en Copenhague.Probablemente quien más ayudó a difundir su obra fue Carbajal, al interpretar sus canciones con maestría en estos dos discos increíbles. Porque La Viuda no hace más que ampliar y reinterpretar lo anteriormente expuesto en Entre putas y ladrones, y a los siete títulos productos de la pluma de Higinio Mena que había incluido, agrega otros cinco en 12 nuevas versiones. Historias de pueblo en el límite del campo, del suburbio, historias de agua dulce y calafatear botes, en la lengua del pueblo, donde las metáforas se potencian en la interpretación. Historias al borde, simples; historias prostibularias, como “La mama Juana”, (“del amor tibia techumbre / cerrada en el nombre de las benditas costumbres”), exponiendo en una hiperrealista postal pueblerina las clases sociales y el solapado poder de la Iglesia. Historias que Carbajal canta como si fueran sus propias leyendas sabaleras, por más que fueran pensadas al otro lado del río, porque cuando dice “la pucha si chupaba Don, mi tío Santiago”, uno piensa en su tío y ve a José en “La Palmera”. Canciones hermosas, de escuchar de dientes apretados, como “Al compañero Luis”, una milonga blues con las palabras justas.
En pocas palabras, un disco ineludible, poseedor de 12 gemas entre las que valses, bluses, milongas, chamarras y más son interpretadas por un grupo de músicos excelentes, que incluyen al violinista Federico Britos, a Eduardo Acevedo en armónica, a Roberto y Eduardo Elissalde en guitarra y batería, Fernando Goicoechea en piano, Gabriel Casacuberta en contrabajo, Carlos Ferreira en percusiones, Fabián Pietrafesa en clarinete y Miguel Ángel Trillo en bandoneón.